sábado, septiembre 20

“Soy el hijo de los Barones”
“Clement Harkonnen”.

Desde que regresamos a la casa de Dizliz me dejé caer el sofá y quedé allí, mirando al techo durante horas mientras Dizliz se había marchado a algún lugar. Decidí no preguntar.
Si era el hijo de los Barones… ¿Qué estaba haciendo allí? ¿Aquellos extraños eran Harkonnen? Entrecerré los ojos suavemente. Aquel hombre que le acompañaba, ¿Trabajaba también para los harkonnen?
No se muy bien cuando me quedé dormida. Pero nada más hacerlo comencé a soñar, comencé a recordar. Estaba con mi padre. Él siempre me infravaloró. Consideraba que era una inútil que no valía la pena.
-Tú jamás podrías ser jinete.-me gruñó.
-¡¿Y eso por qué?!-Espeté.- ¡Soy mucho mejor que muchos de esos a los que tú consideras “útiles”! ¡Dame una oportunidad!

Lo siguiente que noté fue un golpe fuerte en la cara. Al alzar la vista, parte del cabello oscuro de mi padre le tapaba el rostro. Me miraba fijamente, con aquellos inquisitivos ojos suyos. Me llevé la mano al lugar en el que había recibido el golpe y gruñí.
-Te voy a…-mascullé.

Pero mi madre llegó. Ella había sido Jinete de la Brigada cuando era joven, por lo que me había enseñado muchas de las cosas que sabía. Pero mi padre, el Líder de aquel refugio, estaba en contra.
-Nira.-Dijo ella, al verme.-¿Estás bien?
-Lo estaré dentro de unos minutos.-gruñí, llevando mis manos a los bolsillos.

Estaba decidida a atacar a mi propio padre. Pero aquella situación había sido la gota que había llenado el vaso. Nunca me consideró su hija. Desde que podía recordar, siempre su trato hacia mi fue así. Iba a comenzar a avanzar hacia él, pero mi madre me sujetó por el brazo y me miró significativamente.
-Mientras yo sea el Líder.-aclaró mi padre.- Tú no serás un jinete, por mucho que te esfuerces.
-¡Yo seré jinete, te guste o no! ¡Y haré que te arrepientas de tus palabras!

….
Nunca entendí su comportamiento. Cuando abrí los ojos, había anochecido. Estaba en la oscuridad de aquella casa. Dizliz no había vuelto. Me llevé las manos a la frente, perlada de sudor.
-Quisiera entenderlo un poco más.-musité. La puerta se abrió en ese momento y giré el rostro hacia ésta.

Dizliz llegó, algo cabizbaja y fue directamente a la cocina. La seguí con la mirada, aún con la mano en la cabeza. Aún así, decidí ir tras ella. Me puse en pie y arrastré mis pies hasta la cocina, luego me apoyé en el umbral de la puerta. Ella no me vio, se sirvió un vaso de agua y apoyó los codos en la mesa y la barbilla sobre las manos.
-Dizliz.-La llamé desde la puerta, mientras la observaba. Pasaba algo. Lo veía en ella.

Ella se giró levemente.
-¿Que haces despierta? Es tarde.
-Llevo durmiendo toda la tarde, desde que llegamos.-Informé, luego continué con mis ojos fijos en ella.- ¿Te ocurre algo?

Ella sonrío y negó con la cabeza.
-Cansancio

Sí. Ya... Mi madre tenía esa misma cara cuando se preocupaba. Avancé hasta ella, me coloqué a su lado y le sonreí.
-Entonces deberías dormir.-comenté, manteniendo la sonrisa.
-Si, ahora voy, cuando me acabe el... agua.-dijo, luego me miró.-Mañana salgo de viaje.
-Ah.-musité.- ¿A dónde vas?
-A Corrín...-dijo sin demasiado entusiasmo.
-¿Corrín? ¿Kaitan?-pregunté, atropelladamente.- ¿Po... por qué?
-El Duque Brian Atreides me ha invitado a la fiesta que organiza la casa Corrino cada año.-se limitó a decir con la mirada medo perdida
-Es genial que un fremen vaya.-comenté, mientras la observaba. A Dizliz le preocupaba algo.
-Supongo que tienes razón.-dijo ella levantándose.-Me voy a la cama Nira, no salgas de casa, por la noche la ciudad es... peligrosa.
-¿Más que el refugio?-pregunté, mientras ella avanzaba hacia mi y me aparté, para dejarla pasar.- Dizliz, tengo una pregunta.
-¿Hmm?-dijo girándose para mirarme de nuevo.
-Tú conocías a mi padre, ¿verdad?
-Sí, le conocía.
-Quizá no puedas responder a esto, pero... ¿Sabes por qué me rechazaba?-pregunté, entrecerrando los ojos. Mi mirada era inexpresiva. No había pena, ni dolor. No transmitía nada.

Dizliz me miró y me acarició la mejilla:
-No te rechazaba Nira, simplemente era su forma de ser.

Sonreí sólo un poco al notar su mano sobre mi mejilla, luego agaché un poco la cabeza y susurré:
-Se avergonzaba de mi. Lo dijo. Pero... no me importaba.
-No pienses en eso, tu padre te quería Nira, estoy segura de ello.
-Sólo él lo sabía.-respondí, luego levanté la mirada y le sonreí.- Pero... da igual. Ahora estoy aquí, contigo. Espero poder ayudarte.
-Claro, creo que a ambas nos viene bien un poco de compañía.-volvió a sonreír y luego bostezó llevándose una mano a la boca.
-Creo que sí.-asentí con la cabeza.- Ahora deberías descansar, mañana será un día duro.
-Pues sí.. hasta mañana Nira.-dijo acariciándome la cabeza.
-Hasta mañana.-Respondí, sonriendo un poco más cuando me acariciaba la cabeza. Me relajaba.- Avísame cuando te vayas, quiero despedirme.
-Claro.-dijo ella guiñándome un ojo antes de irse hacia la habitación.

Al día siguiente se despidió de mi, pero unos minutos después de haberse marchado, alguien tocó a la puerta. Creí que era ella, pero al abrir le vi. Clement Caín Harkonnen. Retrocedí. Durante todo el tiempo que había pasado desde la última vez que nos vimos, no paré de pensar en él. Me odiaba a mi misma, puesto que aunque él era mi enemigo yo.. quería volver a verlo. Pero al verlo, me vi con las fuerzas suficientes para rechazarlo. Para hacer que es apartase de mi. Para que se fuese. Pero no lo hizo, insistió e insistió hasta que yo… ya no pude más. Iba a continuar luchando contra los harkonnen. Iba a continuar luchando por los fremen. Pero no podía renunciar a él.
Estabamos en el sofá, sentados frente a frente.
-Lo sé, por eso me quedé, sabía que uno de los dos tenía que enfrentar lo que sentía y hacerle ver al otro que merece la pena luchar por esto. No quiero perderte Nira, quiero que nos sigamos viendo, pase lo que pase.-
-Yo también quiero verte.-susurré.- Pero deberíamos tener cuidado...

Mucho cuidado. No podría permitir que Dizliz creyese que la estoy traicionando. Nunca podría. Así que mientras nadie nos descubra, todo irá bien.
-Así podremos conocernos mejor, después de todo.- me sonrió, acariciando mi espalda aún desnuda.

Le ladeé un poco hacia el suelo y tomé lo primero que alcancé, sin mirar. Al ver, era la camisa de Clement pero aún así comencé a ponermela mientras le miraba. Me quedaba grande, pero aún así no pude evitar reir. Me hacía gracia llevar su ropa.
-Te queda bien.- comentó riendo también.
-¿De verdad? ¿Te gusta?-pregunté, sonriendo.- Me gusta tu ropa.
-Sí, te queda mejor que a mi.- afirmó mirándome fijamente. -Aunque... creo que tu estás guapa de cualquier forma.-

Me sonrojé y coloqué mi mano en su rostro. Estaba haciendolo mal. No podía permitir esto. Fuese lo que fuese lo que yo sientiese.. Debió de haberse marchado cuando tuvo oportunidad.
-¿Por qué no fuiste a la fiesta?-musité.
-No podía dejar de pensar en cómo te habías marchado la última vez que nos vimos. Anoche no pude pegar ojo. Además, esa fiesta nunca me ha interesado, es una reunión bastante aburrida.- explicó mientras se ponía en pie.
-Hm...-musité mientras le seguía con mi mirada. Luego sonreí.- Eres muy nervioso.
-No, no es eso, vamos levanta.- dijo tomando mi mano y halándo de mi.
Se volvió a sentar en el sillón, y tiró de mi. Quedé sentada sobre él, luego me abrazó por detrás. -Esto es lo que quería.- me susurró al oído dándome un pequeño beso en la mejilla.

Giré el torso hasta poder mirarle la cara, coloqué mis manos en su rostro y lo miré fijamente.
-Eres increible.-reí.
-Lo sé.- dijo llevándose una mano a la cabeza, entre risas.

Me levanté y él intentó sujegarme, para que volviese a mi posició anterior. Sin embargo, sonreí mientras negaba con el dedo y tiraba de él, haciendo que se levantase. Clavó sus ojos violetas en mi. Tenía una mirada muy intensa, a penas podía mantener mis ojos en los suyos un tiempo. Aún así, resistí y le dije:
-Quiero enseñarte algo.

Clement sonrió y me siguió.
-¿De qué se trata?- preguntó impaciente.
-Es una sorpresa.-Comenté, mientras tiraba de él.

Andábamos por la ciudad, había un lugar que me gustaba mucho desde pequeña y quería mostrarselo, por algún motivo. Subimos al tejado de un edificio algo grande, comparado con el resto de casas de aquella ciudad. Miré a lo lejos y pude observar como las tormentas de corolis rodeaban la ciudad. Desde que tengo memoria, siempre han aparecido con frecuencia. Pero cuando era niña y vivía en la ciudad, porque sé que por una época vivía allí, me resguardaba en aquel lugar.
-Es precioso.- murmuró mirándolas muy sorprendido.
De repente sentí que me cogía de la mano, y me la apretaba, sin hacerme daño, mientras seguía mirando el paisaje.
-¿Sabes?-pregunté.- Creí que siempre había vivido en el refugio y que nunca había salido de él. Me equivoqué. Cuando era muy pequeña vivía aquí. Venía aquí arriba... muy a menudo
-De pequeña tenías que ser como un peluche.- dijo agarrándome por la cintura. -Tal vez... si hubiera nacido aquí, podríamos haber estado juntos sin problemas.- comentó entristecido.

¿Un peluche? Le miré a la cara mientras me abrazaba. Sí, es posible que si hubiera nacido allí nos hubiesemos conocido antes y estaríamos juntos sin que no fuese peligroso para ambos. Pero aún así, no podía asentir y decir que tenía razón. Sólo se sentiría peor. Acaricié su rostro y sonreí.
-Tú de pequeño tendrías que ser un niño adorable.-reí.- ¿Cómo eras? ¿Qué hacías?
-Era un niño como otro cualquiera, algo más mimado y caprichoso, por ser quien soy, pero... nada más.- dijo agachando la cabeza, parecía querer evitar hablar sobre el tema.
-vaya.-musité, sería mejor no hablar del tema hasta que él quisiera.- Y... ¿cómo estás del pie? al parecer te hice mucho daño...
-No es nada, ya estoy casi completamente recuperado.- susurró cerca de mi oído, luego me mordió ligeramente la oreja. -Nada comparado con lo que me das ahora...-
-¿De verdad estás bien?-musité Me hacía cosquillas.
-Sí, y todo gracias a la preciosa enfermera que me atendió.- dijo apoyando su cabeza en mi hombro.
-No seas tonto.-Respondí, mientras miraba hacia el desierto. Luego sonreí.- Te curas muy rápido.

Clement tomó mi rostro con suavidad, y lo giró hacia él. Quedamos frente a frente. Sus ojos estaban fijos en los míos, y brillaban con mucha intensidad.
-¿Sabes? Nunca me había pasado esto con nadie...-
-A mi tampoco.-confesé.- Y me siento extraña cuando estoy así...

Clement sonrió, y me besó. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y noté como se colocaba frente a mi, y me abrazaba fuertemente.Lo estreché también entre mis brazos. Era increible que una persona pudiera ocupar tanto la mente de otra persona. Increible, agradable y desagrable a la vez. Le abracé con más fuerza.¿Cuanto duraríamos así? ¿Quien nos descubriría primero? Espero que sea dentro de mucho...
-Quiero que me cuentes cosas.-comenté, aún abrazada.- De tí.
-No te gustarás conocerlas.- dijo acariciándome el pelo.
-Creo que sí.-asentí con la cabeza, mientras le miraba.
-He matado... a mucha gente.- susurró.
-Yo también.-asentí, le miré suavemente.
-Pero... ya sabes de qué forma lo hacen los harkonnen, matamos sin distinguir entre mujeres, hombres o niños... inocentes o culpables...-
-Ya lo sé.-Respondí.
-Aparte de eso... mi vida como harkonnen ha sido muy satisfactoria. He aprendido a luchar como un soldado sardaukar, y tengo algunos conocimientos de medicina. Mis padres... son unos buenos padres. Además, tengo un buen amigo, él es quien me enseñó todo lo que sé sobre el ataque y la defensa, y muchas otras estrategias para combatir cuerpo a cuerpo.- explicó detalladamente.
-Es genial tener gente tan competente cerca.-comenté, sonriendole.
-Sí, además puedo confiarle mis secretos, él sabe lo nuestro.- me confió.
-¿En serio?-pregunté y coloqué mi mano sobre su hombro.- ¿Y no se ha enfadado? ¿no ha querido impedirte venir?
-No, se lo ha tomado mejor de lo que pensé, incluso me ha apoyado en cuanto le he dicho de venir aquí en lugar de ir a la fiesta.-
-Es un harkonnen extraño.-comenté, mirando hacia otro lado.- ¿Es el hombre que te acompañaba en la ciudad fremen?
-Si... pero, por favor, no digas nada.- me pidió, acariciándo ahora mi rostro.
-No.-respondí, entrecerrando los ojos mientras le observaba.
-Nirahina...- susurró dándome un pequeño beso en los labios.

Luego se separó sólo un poco, aún rozaba levemente sus labios.
-Dime, ¿qué me dirías si te propusiera fugarnos?-
-¿Fu...?-intenté preguntar, pero me quedé en silencio.
-Si Nira, irnos y dejar todo atrás.- repitió.
-¿A dónde, Clement?
-No lo sé... pero lejos, muy lejos.-
-Eres muy impulsivo.-susurré, luego le besé.
-No me has respondido.- susurró luego me besó de nuevo.
-Sí.-asentí.
-¡¿Si?!- preguntó sorprendido.
-¡Sí!-Exclamé, abrazándolo.

Clement comenzó a reir, parecía contento.
-No esperaba un sí por respuesta.- se sinceró.
-Te dije impulsivo, ¿verdad?-pregunté, él asintió con la cabeza.- Pues yo lo soy más.

Clement no paraba de sonreirme, y de mirarme fijamente. De repente se agachó, fue tan rapido que pensé que se había caído. Entonces sentí que me agarraba las piernas, y me subía a su cuello.
-¡Vámonos pues!- canturreó bajando del tejado conmigo encima.




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