jueves, agosto 14

El entrenamiento no duró demasiado. Estábamos cansados, y ya era muy tarde.
Azim fue llamado por mi padre justo después de tomarnos una ducha. Quise acompañarle, pero sabía que Johann se enfadaría, y eso no era nada bueno.
Esperé en mi cuarto, apoyado en mi ventana. Se acercaba el momento en el que el día se desvanecería, rendido a los pies del manto nocturno.

Abrí los ojos, me había quedado dormido, seguramente por el cansancio de mi primera misión. Debía entrenar más, no podía permitir cansarme de aquella forma por una misión tan fácil como aquella. Salí de mi cuarto, y busqué a Azim en aquellos lugares del palacio donde pudiera encontrarse, pero no hubo éxito.
-¡Vaya! Parece que esta vez han dejado al crío en casa, Skinner se ha ido sin ti a una misión, definitivamente no estás hecho para ser soldado.- habló una voz a mis espaldas.
El mismo soldadito toca-pelotas de siempre.
-Paso de ti.- dije sin siquiera girarme.
Pero aquello no fue suficiente para él. De repente sentí en mi espalda la punta de una espada, la suya. Me di la vuelta rápida y eficazmente, de manera que cuando quiso darse cuenta, mi cuchillo se encontraba más cerca de su cuello de lo que esperaba, tanto, que empezaba a sangrar por un pequeño corte que le había hecho.
-Maldito...- murmuró alejándose de mi.
-Lárgate imbécil, y no vuelvas a molestarme, o quizás la próxima vez el corte no sea tan pequeño.- espeté mientras le perdía de vista.
Continué mi camino hacia el despacho de mi padre. Azim se había ido a una nueva misión, y yo no le acompañaba.
Llevaba un buen rato buscando a mi padre, y cuando empecé a perder los nervios por fin di con él.
-Hola Clement.-Me saludó, nada más verme.
-Papá... ¿dónde está Azim?-
-Ha salido.-Respondió, luego comenzamos a andar hacia el laboratorio mientras hablábamos.- Hay algo que debía hacer.
-¿Por qué se ha ido sin decirme nada? ¡Tenías que haberme avisado!- espeté mirándole fijamente.
-Esto era algo en lo que no debías entrometerte.-Respondió, abrió la puerta del laboratorio y entramos.- Aún estás muy verde.
-¡Vamos hombre! ¿Pero qué dices? ¡Ya estoy preparado desde hace tiempo! Pero parece que a ti y a mamá les da igual lo que yo haga, ¡nunca os habéis preocupado por saber qué es lo que deseo! ¡estoy harto!- grité golpeando la puerta del laboratorio, donde me había quedado.
-Te comportas como un niño mimado.-Giró su cabeza hacia mi, mirándome duramente.- YO, YO, Y YO. Eso es lo único en lo que sabes pensar. Es normal a tu edad. Pero deberías darte cuenta de que el mundo no está a tus manos con tus habilidades y que debes mejorar. No eres invencible, Clement. Y es mejor que rechistes ahora y no mueras, para que dentro de unos años puedas hacer lo mismo que hace Azim.
-¡Ya puedo hacerlo! ¡¿Acaso te has parado a mirar como lucho, como he avanzado en tan poco tiempo?! ¡Tú no sabes nada! No parece que seas mi padre, ¡ni siquiera nos parecemos! ¡me parezco incluso más a Azim que a ti!- rechisté aún gritándole, clavando mi mirada en la suya, lleno de coraje.
Me miró levemente y una sonrisa se dibujó en su rostro. Le conocía y aquella cara que había puesto era una cara que reflejaba su interés por mi comportamiento, por mis palabras. Se giró hacia mi, quedamos cara a cara.
-El hecho de que no veas algo no significa que no existe.-Sentenció.- Azim me informa cada día de tus habilidades, de tus mejoras. De todo. Aunque creas que no, claro que me he parado a mirar. Y en cuanto a que te pareces más a Azim que a mi... ¿en serio? -rió.- Quizá deberías comenzar a comportarte como su hijo, realmente. Y obedecer.
Le miré con más rabia aún, no soportaba su comportamiento impasible, a pesar de que nunca le había visto enfadado de verdad, le respetaba muchísimo, y siempre intentaba no tener ningún enfrentamiento con él, pero estaba harto de tanta palabrería, tenía que entrar en acción, y sino lo hacía con el consentimiento de mis padres, lo haría sin él, y por mi cuenta.
No contesté a las palabras de Johann, sólo le di la espalda, y me largué del palacio. No sabía a donde iría, lo que estaba claro es que me desahogaría con la primera persona que se me cruzara delante, fuera quien fuese.

Caminé una eternidad por la arena, no tenía una dirección fija pero aproveché la ausencia de las casuales tormentas de arena, para marcar mi rumbo hacia la ciudad.
Acababa de llegar a la ciudad y ya había elegido a una víctima. Un chico de unos 15 años, que pateaba sin cesar a un perro en un callejón sin salida. Él mismo había elegido su destino. Morir allí.
Me acerqué por detrás, con la daga en la mano, y le pateé el culo. El perro salió gimoteando del callejón, y el chico se quedó en el suelo, mirándome con odio.
-¡Gilipollas! ¿Qué haces?- espetó levantándose y propinándome un puñetazo que alcancé a esquivar.
Coloqué mi daga en su cuello, y sonreí cínicamente.
-¡No me mates! ¡Por favor, no!- exclamó cambiando completamente su tono de voz.
-Demasiado tarde.- susurré deslizando la hoja de mi daga por su cuello, retrocediendo para evitar mancharme con su asquerosa sangre.
Había desahogado parte de mi furia en aquel momento, pero aún podía seguir cobrándome algunas vidas más.
Salí del callejón y limpié la sangre de mi daga en la arena. Después continué caminando, pasando junto a una gran multitud de cabañas, las cuales, en su gran mayoría, aún tenían la luz encendida, así que debía evitar llamar la atención para impedir cualquier contratiempo.
Escuché algunas de las absurdas conversaciones de aquellos fremen, creyendo que pudieran ser interesantes, y con este nuevo entretenimiento, me recorrí la mayoría de las cabañas. Sólo una de ellas parecía encontrarse sola, pero extrañamente, con la luz encendida. Me acerqué un poco más, y decidí entrar sigilosamente.
Sólo debía hacer un movimiento para estar dentro, sin embargo, de pronto noté que alguien me daba dos golpecitos en el hombro.
Me giré e inmediatamente sentí un fuerte golpe en la cara. Retrocedí varios pasos, entrando entonces en aquella cabaña, y rápidamente abrí los ojos para ver qué ocurría.
Había intentado entrar por la ventana, por lo que miré rápidamente hacia allí. En ella estaba apoyada una chica de mi edad, más o menos, de pelo castaño y ojos azules. Sin duda era fremen, pero casi no lo aparentaba.
-¿Qué?-preguntó.- ¿Te gusta la casa?
-Sí, muy bonita, ¿es tuya?- pregunté siguiéndole la corriente.
-No.-negó con la cabeza.- Pero vivo aquí, así que si vas a robar vete a otro sitio.
-Está bien, iré a la de aquí al lado.- dije marchándome como si nada.
Me miró de reojo mientras pasaba por su lado, para marcharse. Vaya, era mucho más bajita de lo que aparentaba.
-Deberían matarte.-comentó.
-Deberían, yo me adelanto antes de que lo piensen.-
-Hmp...-giró la cabeza, como ignorándome y se aproximó a la puerta de la casa en la que "ahora vivía".
-Bueno, encantado... que te vaya bien enana.- dije saliendo de la cabaña.
-¿qué me has...-masculló, en ese momento algo rozó mi cabeza, ¡una piedra bastante grande!.-... llamado...?
Sonreí ligeramente, con el corazón acelerado debido a la piedra que no me esperaba, y avancé hasta ella, amenazante.
-Mmm, no lo recuerdo.- contesté pensativo. Luego fijé mi mirada en ella y recordé. -¡Ah si! ¡¡ENANA!!.-
-¡¿Enana?!-Gritó, también avanzando hacia mi.- ¡Mira quien habla! ¡Bicho raro!
-¿Bicho raro? ¿A qué viene eso, Enana?- pregunté desconcertado.
-¡Pelo naranja y ojos lilas!-Espetó.- Sólo te falta tener la sangre verde. BICHO-RARO.
-¡Maldita cría, enana! Por lo menos lo mío es natural, lo tuyo seguramente es de pasar hambre.- comenté sin pensar mucho lo que decía, carcajeándome intencionadamente para chincharla.
-...-Entrecerró los ojos, enfadada. Luego me pegó una patada en la espinilla que dolió demasiado.- Ja-Ja. Estúpido mocoso...
La miré fulminante, y aproveché su descuido para empujarla. Corrí hacia ella, y recibí otro golpe en el pie derecho, esta vez para caer al suelo. En un reflejo por sostenerme en pie la agarré por los hombros, pero finalmente caímos al suelo.
-¡Bestia!-Farfulló, tenía los ojos fuertemente cerrados. Luego los abrió un poco y me miró con el ceño fruncido.
Me encontraba encima suya, más cerca de lo que pensaba, con las manos apoyadas a ambos lados de su cuerpo.
-Enana.- susurré en respuesta a su seductor calificativo.
-Estúpido bicho raro bestia y niñato.-Recitó, luego me miró duramente.
-Torpe enana cría imbécil creída.- recité también.
-¿Torpe yo?-Espetó.- ¡Tú fuiste el que te caíste! ¡Y creído... ! ¡Ya cállate!-
-La verdad es que mirándote así tan de cerca... no estás tan mal... ¡estás horrible!- exclamé entre carcajadas.
-¡Tú sí que eres horrible!-Gritó, luego me empujó para alejarme.- ¡Tanto que das, asco!
-¡¿Pero qué dices enana?! Las chicas se mueren por mi, soy irresistible.- presumí mientras me levantaba del suelo.
-¡Se mueren del asco!-Respondió, aún sentada en el suelo.
-Asco es lo que yo siento cuando te veo tan cerca de mi.- comenté sentándome en el suelo enfrente suya, acercándome a ella.
-Pues aléjate.-Dijo, luego me sujetó la cabeza para que me detuviese.
-¿Hm?-
-Ni se te ocurra seguir acercándote.-Comentó, luego me empujó la cabeza hacia atrás.- Asqueroso.
-Por un momento pensé que te habías arrepentido de todo lo dicho, y que te habías dado cuenta de todo mi encanto.- burlé acercándome nuevamente a ella.
-Es imposible que me de cuenta de tu encanto.-Comentó, luego me miró y sonrió pícaramente.- No lo hay.
-¿Estás segura?- pregunté pegándome completamente a ella, sin dejar de mirarla a los ojos.
-De tan cerca...-Hizo la cabeza un poco hacia mi, sonrió. Creí que había "caído". Sin embargo me empujó con tal fuerza que acabé metros alejado de ella.- ... Sólo das más asco.-
Sonreí de forma extraña, ella lo notó y cambió su expresión. Sin decir nada, me abalancé sobre ella y la besé.
Antes de terminar de besarla, noté un cuchillo en mi cuello y me aparté sólo unos milímetros. En los ojos de ella había algo que no supe descifrar, pero fruncía el ceño.
-Serás...-masculló.
-¿...Atractivo, encantador...?- murmuré intentando acabar su frase.
-¡Capullo y suicida!-Chilló, lanzándose en mi contra. Me tiró al suelo y se colocó encima, su cuchillo continuaba en mi cuello y comencé a sangrar levemente.
-¡Vaya! Parece que la enana es de armas tomar.- susurré sin dejar de sonreir. -¿Vas a matarme?-
-Matarte es poco...-farfulló.
-Yo diría que te gustaría repetir...-
-Eres repulsivo.
Apartó el cuchillo de mi cuello, pero mientras con una mano comenzó a ahogarme alzó la otra, para acuchillarme.
-E..nana.- comenté aún entre risas.
Y cuando estuvo a punto de clavarme su cuchillo, me levanté en un impulso, y volví a besarla.
Me empujó hacia abajo, para que la dejase. Sin embargo sujeté su rostro levemente y la hice bajar conmigo. Poco tiempo después, sin darme cuenta, me había sujetado ambos brazos e inmovilizado, se separó de mi. Entrecerró los ojos, con la respiración aún agitada.
-Estás loco...-farfulló.
-Sí, creo que tienes razón...- dije quejándome un poco del corte en el cuello.
-Pues lárgate de aquí.-contestó, incómoda. No quería soltarme, por lo que pudiera hacer. Pero si no me soltaba no me podía ir.
-Sí, eso intento, pero comprenderás me es imposible irme.- dije mirando sus manos, que aún me inmovilizaban.
Dudó. Pero al final me soltó. Fue rápida, ya que para cuando me quise dar cuenta estaba alejada de mi y de pie.
-Fuera.-masculló.
Me intenté poner en pie tan rápido como me fue posible, pero mi pie falló y caí de nuevo al suelo, quedando de rodillas.
-Mierda...-
-Eso, ponte en tu lugar.-comentó ella, mirándome de reojo.
-Tsk...-
Intenté nuevamente ponerme en pie, sin éxito. Parecía tener algún daño grave en el pie, pues no podía sostenerme sobre él. Tal vez un esguince, o algo peor.
-Enana estúpida.- murmuré, sentándome en el suelo.
-¿Ves?-preguntó.- Al final el toooooooooooorpe eres tú.
-Pero tú sigues siendo la enana.- insistí.
-Y tú torpe, bicho raro, niñato, estúpido...-continuó con algunos insultos más, pero luego se acercó poco a poco, desconfiada.- ¿Qué te pasa?-
-Nada, estoy estupendamente.- bromeé.
-Ajá.-Asintió, luego me miró sonriendo y presionó el pie. ¡Duele!
-¡¡Joder!! ¡qué bruta!- farfullé sujetándome el pie.
-Estupendamente...-repitió, con mi mismo tono.- ¿Verdad, mandarina?
-¿Manda qué? ¡Voy a matarte enana!- exclamé levantándome y cayendo de nuevo al suelo.
-¿Qué tal si te callas un rato?-Preguntó, luego miró mi pie. Parecía estar examinándolo.
-¿Eres enfermera, o algo por el estilo?-
-Estoy acostumbrada a curarme a mi misma. Así que... sí, soy algo parecido.-Comentó, sin embargo luego se levantó y me tendió la mano.- Creo que dentro habrá algo para curarte... supongo.
Miré la mano desconfiado, pero luego la sujeté fuertemente, e intenté no apoyar el pie que tenía dañado.
-Esto promete... primero me besas y luego me invitas a tu casa... me gusta.- comenté con tono de burla.
-Como vuelvas a decir algo así.-Clavó sus ojos en los míos.- Te tiro al suelo, te pego una paliza y luego dejo te dejo tirado. ¿Te ha quedado claro, Mandarina?
Solté una pequeña carcajada, pero por su forma de mirarme me contuve, y permanecí en silencio.


*OUT* Nuevo post de Clement, espero que guste! gracias a Nira por el rol! *OUT*




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