Ayudé a Clement a entrenar hasta que se hizo muy tarde, por lo que acabé mandándole a descansar. No quería marcharse, pero al final obedeció. Iba hacia mi cuarto cuando vi al señor Johann, aparentaba acabar de venir de algún viaje.
-Azim…-Dijo, al verme.
-Señor.
-Tengo una misión para ti.
-Dígame.
-Debes ir al palacio Atreides.
Se mantuvo en silencio unos segundos, mientras miraba a mi alrededor. Posiblemente era una misión que nadie debía conocer.
-Quiero que me traigas información. Quien vive allí, cómo y cual es la situación allí. También quiero saber cual puede ser su próximo movimiento.
-Sólo recoger información.
-Evita que te reconozcan, es una de tus prioridades. Pero si alguien descubre quien eres, mátale sin dejar pruebas de tu presencia. No puedes dejar cabos sueltos. Además… Nadie puede enterarse de ello. Ni siquiera mi esposa, la Baronesa.
Asentí con la cabeza, extrañado. Básicamente se trataba de una misión de espionaje y ya había llevado a cabo otras misiones parecidas. Luego comenzó a caminar, mientras me hacía un gesto para que lo siguiera. Caminamos por los pasillos en silencio durante un rato, hasta que finalmente llegamos a su laboratorio.
Aquel lugar era inmenso. Hacía poco que lo había ampliado y todo estaba lleno de instrumentos, máquinas, etc. Se acercó a uno de los estantes y tomó una botella pequeña, con un líquido oscuro. Luego se giró hacia mi.
-Lo mejor es que cambies tu aspecto, un poco aunque sea.-comentó, luego me tendió el frasco y yo lo cogí.- con esto podrás volver tu pelo negro una semana aproximadamente.
Me mantuve en silencio.
Tras recibir unas pocas indicaciones más, fui a mi cuarto en aquel lugar. Cambié el color de mi pelo, me puse ropas atreides oscuras y marché sin que nadie me viese.
No me costó llegar al palacio Atreides y, aún menos, entrar. Pero claro está que salí justo cuando las tormentas de coriolis desaparecieron, aproveché ese poco tiempo. Luego, cuando me adentraba en el palacio todo regresó. Para regresar debería de aprovechar esos momentos, de nuevo. Aunque era imprevisible el clima allí.
Pude moverme por los pasillos sin problemas. Localicé con rapidez la habitación del Duque, de su hija y de una mujer. Los críados, a los que pertenecía yo al menos esa noche, rumoreaban que ella había venido para quedarse, para ser la esposa del Duque.
Después de mucho trabajar en aquel lugar, en silencio, una de las criadas se me acercó. Me sonrió levemente.
-Joven, el Duque tiene una reunión ahora mismo.-Me informó.- Posiblemente necesitarán a alguien allí. Por favor, ve a la sala de reuniones inmediatamente.
Si no hubiese inspeccionado el palacio antes, posiblemente me hubiese perdido y me habrían descubierto. Afortunadamente no tardé en encontrar aquel cuarto, toqué, hice una reverencia y entré en silencio. Allí estaba el Duque, justo a sus consejeros.
- Ya han empezado a atacar en muchos refugios los Harkonnen y los Corrino, tenemos que hacer algo de inmediato -dijo el duque bastante serio.
- Pero duque, no sería mejor que hiciéramos una tregua con los Corrino para acabar primero con los Harkonnen - dijo uno de los estúpidos consejeros
- No, de los únicos que nos podemos fiar es con los fremen y, de momento, ya ordené que refugiaran a todos los inocentes en ciudad fremen y aquí.
Uno de los consejeros me hizo un gesto para que le diera algo de beber. Obedecí y luego regresé a mi lugar, quieto. Aparentemente ajeno a la conversación pero atento a cada palabra.
- Pero señor, nos atacaran a nosotros directamente si ayudamos a los fremen - dijo otro de los consejeros
- No voy a dejar, que muera más gente ni atreides ni fremen, ya en la última guerra murieron demasiados - dijo el duque golpeando fuerte contra la mesa molesto por lo que había escuchado
Los consejeros se sobresaltaron, miraron al Duque fijamente y mis ojos también fueron a él. Era alguien ajeno a los fremen, sin duda. Hacía relativamente poco que estaba en el planeta. Quizá se estaba entrometiendo en algo que no le incumbía.
- Desde que llegamos a Arrakis, los fremen nos han ayudado mucho, algunos incluso dieron su vida para protegernos, como el antiguo jefe de los jinetes Azim, el se atrevió a ir en contra de sus superiores con tal de ayudarnos, ¿y nosotros que hicimos?, nada nos quedamos en palacio esperando mientras los demás luchaban.
- Pero duque, usted es fundamental para que pueda seguir en pie la casa Atreides, no podemos dejar que le... - dijo unos de los consejeros más viejo pero sin capacidad de acabar la frase ya que el duque muy exaltado solto de golpe.
- Esta vez voy a ser uno más, voy a luchar junto a los demás para proteger a mi hija, a los atreides y a los fremen - dijo de forma tajante cogiendo la atención de todos los presentes
-Señor.-Me atreví a decir, poco después.- Disculpe mi atrevimiento, pero. ¿Puedo hablar?
- Claro adelante, es bueno saber lo que opina el pueblo también - dijo el duque ofreciéndome la palabra
-Gracias.-Asentí levemente y luego miré uno a uno a los consejeros, me miraban con cierta irritación. Mis ojos regresaron al Duque.- Si bien es cierto que desea luchar por su hija, por los atreides y los fremen... Precisamente.... Usted nunca puede ser uno más y es algo que debe aceptar desde que se hizo Duque.
- Yo no pedí en ningún momento ser duque, y si quiero luchar por mi pueblo no veo el porque no puedo hacerlo. Sabes es curioso, el antiguo jefe de los jinetes me decia lo mismo y la verdad que sino fuera por el color del pelo serias idéntico a él
-Tengo unos rasgos muy comunes, mi señor.-Respondí.- Pero ese fremen debía algo muy sabio. Usted debe vivir, para que aquellos que usted desea proteger puedan sobrevivir. Si usted muere...-agaché la cabeza y mi mirada fue sombría.- No habrá la más mínima posibilidad para nadie.
- SI tienes razón, pero le debo mucho a este planeta y todos los que murieron en el, y mi vida ya no me pertenece. Y la verdad es que prefería morir luchando que no esperando viendo como otros mueren - dijo el acercándose hacia mi y mirandome con una sonrisa
-¿Y qué pasará con la gente que deja atrás, mi señor?-pregunté, luego le miré directamente a los ojos.- No podrá protegerlos si muere. Por ello debe pensar con frialdad y medir sus acciones.
- Solo me queda a mi hija y ni siquiera es mía y un primo que se escapó hace tiempo siguiendo un camino prohibido. Y bueno ahora apareció una persona más pero no quiero ver morir a nadie más delante mió así que antes moriré yo por protegerles.
-Muy egoísta por su parte, mi señor.-Respondí, luego giré la cara. Los consejeros me miraron horrorizados.
- Hijo, si nos centramos tanto en los cargos y las casas, nunca podremos vivir en paz. Toda esta guerra es una estupidez, somos marionetas movidas desde las sombras
-Pero al menos podemos actuar "dentro de lo que nos permiten esos hilos" para proteger a la gente que tenemos a nuestro lado y no permitir que sufran. Simplemente, mi señor.-Respondí.
- Supongo que tienes razón, bueno ya es un poco tarde, y parece que mis consejeros no están muy contentos con esto. Ha sido interesante hablar contigo hijo, ¿por cierto como te llamas?
-Skinner, señor.-Respondí, luego hice una reverencia.
- Me encantará volver a hablar contigo otra vez, la verdad es que me recuerdas mucho a esa persona -dijo de nuevo con la misma sonrisa
-Será un placer, mi señor.
Se marchó. Los consejeros me miraron extrañados, aunque bastante irritados. Finalmente se fueron de allí, rápidamente también y yo me mantuve en silencio. Sin duda no beneficiaría a los Harkonnen que el Duque atreides muriera antes de tiempo, a manos de los Corrino. Aún debíamos hacer más movimientos, antes de ello. Pero sobre todo, los que acabarán venciendo esta guerra somos... nosotros.
Out: thanks Kike!
Lau volvió al desierto a las 12:37 a. m.
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