-Sígame, señor.
En aquel pasillo largo resonaban los pasos de aquel doctor y los míos, solamente. Tras varios minutos de camino, llegamos a un cuarto. El hombre abrió la puerta y me hizo un gesto para que entrase.
Delante de la ventana había una mujer, sentada en una silla y sus cabellos rubios caían hasta llegar al suelo. De vez en cuando se mecía, levemente, y si no fuese por la ropa que llevaba, no luciría ser paciente de un psiquiátrico.
Me acerqué lentamente y oí detrás de mi como el doctor que me acompañaba cerraba la puerta rápidamente. ¿Sería aquella mujer peligrosa? Fuese como fuese, mi deber como miembro de mi familia era ir a verla.
-Rose.-La llamé.- ¿Rose Harkonnen?
Levemente giró la cabeza, hasta que sus ojos rojos quedaron clavados en mi. Sonrió, levemente, como si hubiese visto a alguien familiar. Pero ella y yo jamás nos conocimos.
Rose Harkonnen… Era unos años mayor que yo y mi padre intentó convertirla en lo que yo soy hoy. Sin embargo, sus experimento no tuvieron buenos resultados y ella acabó cayendo en las garras de una enfermedad mental. La internaron en ese psiquiátrico un año y medio después de que yo naciera, ni siquiera mi padre podía curarla.
-Pequeño…-susurró. Su voz era la de una joven, podría decirse que incluso por su apariencia parecía ser mi hermana pequeña en vez de la mayor.- ¿Estás bien? Este lugar no es para alguien como tú…
Se levantó y pude ver que su porte era como el de mi madre, de lo último que recuerdo de ella. Se me acercó levemente y llevó su mano derecha a mi rostro, era imposible que me reconociese.
-Johann…-susurró.- Me alegro tanto de verte…
Se abrazó a mi con fuerza y yo me mantuve quieto. A pesar del estado en el que se encontraba, un estado de histeria total y máxima sensibilización ante cualquier estímulo que provocase sentimientos, aún parecía ser consciente de donde se encontraba y de quien era.
-Rose, ¿Te encuentras bien?-pregunté.
-Claro.-Asintió, luego se acercó hacia la ventana tirando de mi.- Mira… es precioso.
Eché un vistazo por la ventana. No era precioso. Era el típico paisaje de Giedi Prime… Coloqué mi mano sobre su cabeza y abrió los ojos con fuerza, sin embargo pronto recuperó la calma y me dijo:
-Quiero irme… de aquí…
-… No puedes. Aún estás enferma…
-Dile a padre que venga a buscarme…-sujetó mi chaqueta con fuerza.- ¡Dile que me cure…!
-Padre ha…
Recordé un escenario lleno de sangre. Sonreí levemente y clavé mis ojos en ella.
-Padre ha muerto.-Le anuncié.
-¡¿Qué?! ¡¿Por qué…?!... ¡Johann…!
-Hubo un accidente y murió.
Yo lo maté.
-¡¿Un accidente?! ¡No es justo, Johann! ¡Yo quería.. yo quería verle…!
Querías ver a aquel que te hizo eso y te encerró.
-¿Y… y madre?-masculló.
-También… murió.
Yo la maté.
Su respiración comenzó a ser nerviosa, se llevó las manos a la cabeza mientras aparentaba intentar calmarse. Sin embargo, de golpe levantó la cabeza y me fulminó con sus ojos… ahora azules. Me empujó contra la pared y rodeó mi cuello con sus manos, comenzando a apretar.
-¡¿QUIÉN FUE?!-Chilló, histérica.
En ese momento entró el hombre que me había acompañado hasta allí, fue a actuar pero le hice una señal para que no lo hiciese.
-Pero señor…-protestó.
-¿Quieres saberlo, Rose?-pregunté.
-¡¡¡SÍ!!!-Chilló.
-El producto de los experimentos de padre que te trajeron hasta aquí.-Informé. Si era lista, sabía a quien me refería.
Me miró fijamente y entonces aparentó entender. Me soltó, retrocedió y de golpe pareció invadirle un dolor generalizado. Se encogió en el suelo, abrazando sus rodillas y meciéndose mientras gritaba. Me acerqué levemente, toqué un punto de su cabeza y se desmayó.
Miré al doctor y tras encargarle cuidar bien de ella, me marché a Dune de nuevo. Las cosas habían cambiado bastante pero… aquel planeta continuaba siendo desolador y triste. Digna posesión para lo que somos los Harkonnen que aún así residimos.
Realmente comenzaba a serme incómodo tener que estar escondido en aquel lugar. A pesar de haber sido vencidos, aún teníamos muchas oportunidades y, además, yo había ganado. Después de muchos intentos, muchos sujetos, muchos años… conseguí resetear un cerebro, crear recuerdos nuevos y tener un nuevo “sirviente”. Al fin Azim creía ser Harkonnen.
Eso significaba dos cosas: primera, había vencido ante él. Segunda, había derrotado estrepitosamente a mi esposa, Ilysse.
Fui a verla. Estaba en una amplia habitación, decorada con cuadros de su padre, su hermana y ahora también suyo y mío. Agaché la cabeza, levemente, sonriente y luego la miré directamente a los ojos:
-Hola, querida.-la saludé.
-Creí que no te vería en todo el día.- respondió ella con una falsa sonrisa.
-He vuelto antes de lo esperado, aquellos asuntos no eran tan graves.-respondí, mientras me acercaba lentamente.- ¿Cómo evoluciona la situación aquí?
-La victoria es nuestra.- asintió -He enviado a Azim a matar a todo fremen que se le cruce en el camino, Clement le ha acompañado.-
-Me alegra que al fin hayas sido capaz de eso.-Comenté, luego me giré hacia un gran cuadro que estaba colgado en el cuarto. En él aparecíamos ambos.- ¿Has renunciado ya al Azim que tú conocías?
-¿Desde cuando te importa lo que yo pueda o no sentir?- preguntó ella molesta.
-Eres mi esposa... ¿recuerdas?-No quité mis ojos de aquel cuadro.- Y si tú sufres, yo también...
Ilysse se acercó a mi y puso una mano en mi rostro.
-¿Cómo sé que puedo confiar en tus palabras?-
-Desde que vine aquí nunca te he traicionado.-Respondí simplemente, luego clavé mis ojos en los suyos.
-Sí... tienes razón... tal vez sea yo quien se equivoca...- respondió en un hilo de voz manteniendo mi mirada.
-¿Pretendes empezar fuerte desde el inicio de la guerra o sólo quieres eliminar fremens, para tantearlos?-pregunté, sus ojos continuaban insistentemente en mi.
-No lo sé, todo depende del resultado de este ataque, pero decida lo que decida, Clement debe estar al margen de todo.- aclaró
-Clement hará todo lo posible para meterse, ya sabes como es...-comenté, luego di unos cuantos pasos en la sala.- Cabezón e impulsivo.
Ilysse suspiró y tomó asiento en la cama.
-Por lo menos sé que estará a salvo con él...-
-hm... Al final mi regalo te gustó. ¿no?-pregunté, dándole la espalda.
-Supongo que es mejor a que hubiera muerto, ¿no tienes celos de él?- ironizó
-No.-negué con la cabeza.- Él nunca será ese al que tú amas y si intentas hacerlo regresar... te llevarás una sorpresa. Por otra parte, sigues siendo mi esposa. Te guste o no.
-¿Una sorpresa? ¿Me estás amenazando, querido? Y sí, tienes razón, pero ser tu esposa no me convierte en posesión tuya, soy libre de hacer lo que quiera.-
-Nunca sería capaz de amenazar a mi esposa.-La miré de reojo, luego sonreí.- Libre... bonita palabra.
-Sí, lo es, pero aparte de eso, es muy útil.-
-Hm...-Asentí con la cabeza, luego comencé a andar hacia la puerta.- ¿Podrías avisarme cuando regresen? Quiero conocer el informe de Azim cuando llegue.
-Serás el primero en saberlo, después de mi, claro.- sonrió -Y... Johann, me gustaría que aprendieras nuevos modales acerca de saludar y despedirte de tu esposa.-
-Creí que era así como te gustaba.-Pregunté, mientras me giraba y me apoyaba en la puerta.
-Depende de la situación.- volvió a reir.
-¿Y qué tipo de situación es esta, querida?
-Pues...- Ilysse subió una pierna a la cama, y se recogió un poco el largo vestido violeta que llevaba. -¿Tú qué crees?- insinuó, con una pícara sonrisa.
-Hasta después.-Respondí mientras me giraba y colocaba la mano en el pomo de la puerta.
Ilysse no respondió, caminó hacia mi, y volvió a insinuarse. Acarició mi mano, aún agarrando el pomo, y me obligó a soltarlo.
-Vamos Johann, ¿ya no me deseas?- susurró en mi oído.
Entrecruzó sus dedos con los mios y abrazó a mi, mientras me miraba fijamente de esa manera tan particular en ella. Entrecerré los ojos. Ya no era como en el pasado, ya no tiene control sobre mi. Tiró de mi mano, haciendo que me agachase y la mano que quedó libre la colocó en mi cuello.
-¿Cómo puedes preguntar algo así?-Pregunté, divertido. Acabé de agacharme y la besé apasionadamente.
….
…
..
.
Out: primer post de Johann. Espero que os guste. Gracias a Bunny.
Johann volvió al desierto a las 12:43 a. m.
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