jueves, julio 31

Giedi Prime. El planeta negro y rojo de la Casa Harkonnen. Y pensar que un día fue igualito a Caladan, incluso mejor.

Una tos seca y desagradable me hizo convulsionarme durante al menos cinco minutos, hasta que al fin me acostumbré a respirar el aire contaminado del planeta. Por supuesto, salir al exterior significaría una muerte casi segura en Giedi; pero aún así, el aire de las ciudades -que se encontraban bajo tierra o, como ésta, cubiertas por una cúpula transparente que permitía ver el cielo negro- resultaba ponzoñoso y corrosivo.

Alcé la mirada. La mayor ciudad del planeta, Harko, se extendía ante nuestros ojos, y no era un panorama alentador. Era difícil distinguir si había más esclavos, o más ciudadanos entre toda aquella masa de gente; en última instancia, todos eran esclavos de la Baronesa.
El ruido, en cambio, lo producía más la propia ciudad que sus gentes. Cortocircuitos, martillazos, el desagradable ruido de metal contra metal. De vez en cuando, se escuchaba algún golpe y un grito desaforado, de esos que hielan la sangre.

"Giedi Prime, el planeta ideal para sus vacaciones, señoras y señores. Sí,traigan a los críos también."

Tras dejar la nave bien asegurada, nos dirigimos hacia la delegación Harkonnen, situada en este caso, en el palacio Harkonnen, qué maravilla, haremos turismo también.

Haremos, porque no pensaba aventurarme solo en aquel maldito planeta.

Me acompañaba la única tripulación "fija" con la que contaba en ese momento.
Michael había decidido ocultarse bajo una capa, y se movía con cuidado, intentando camuflarse lo mejor posible en el entorno. Aunque se había prohibido atacar a una Casa rival fuera de Dune, los Harkonnen eran muy olvidadizos en cuanto a normas se refería, ¡y quién mejor que un Atreides para saberlo!
La otra personita que nos acompañaba parecía mucho más contenta con la breve estancia en Harko. Hilda sonreía, correteaba de aquí para allá y miraba a todos sitios con la alegría de quien volvía a su patria. Me preguntaba si luego se llevaría un souvenir; un poco de agua contaminada o algo así.

n n n n



Ah, el palacio Harkonnen. La guinda en el pastel del mal gusto, la gota que colma el vaso de veneno, el súmmum de la perversión...
O cómo hacer una especie de palacio del terror añadiendo fuego y metal donde podrías poner, no sé, ¿césped?.


El encargado de la delegación -¡sorpresa! Era el aquel tipo que tanta simpatía sentía por mí, ordenándome que viniese!- nos recibió amablemente -escupiéndonos- y con mucha humanidad -a gritos- nos indicó nuestra nueva labor -machacar, masacrar, desmembrar-.

Intenté sugerirle que nosotros nos dedicábamos a rob...repartir la riqueza de forma más bien sigilosa, pero aquél Harkonnen estaba empecinado en que usáramos la nave para destruir a los cargueros Atreides o Corrino que se acercasen a Dune.


Suspiré; no habría modo de hacer cambiar a aquel tipo de opinión. Me dispuse a escucharle ladrar un par de órdenes más, pero de pronto, alguien llegó al lugar en el que nos encontrabamos.
El hombre que hablaba conmigo, se cuadró automáticamente, ¡como si aquel extraño fuese alguien importante...! El recién llegado clavó los ojos en nosotros y sonrió...sólo un poco.

Hilda, sonriente...demasiado, sacudió una de sus pequeñas manitas, saludando jovialmente; mientras Michael intentaba acabar de desaparecer entre las sombras.
En el fondo, agradecí que sólo fueran dos miembros de la tripulación los que me acompañaban.

-¿Buenos días?-saludé, aunque no pude evitar un aire interrogante.
Uno no se planta delante de los demás y sonríe, así como así...

¿O sí? ...Es igual.

-Hola Hilda.-Saludó el extraño, luego me miró para finalmente mirar al encargado- ¿Quién es él?-se refería a mí, por lo visto.
- ¡Es el jefe! Se llama Idan!-chilló Hilda, juntando mi mano derecha con la del recién llegado.

... Hilda, un día harás que me maten.

Michael carraspeo apartando a Hilda, aún escondiendo su rostro bajo la capucha, y el recién llegado, el encargado y yo fingimos que aquella peculiar escenita nunca había sucedido.

-Éste, señor-dijo el encargado- es Idan, y...su tripulación. Son...
-Corsarios-le interrumpí, escondiendo mis manos en los bolsillos y fulminando a Hilda con la mirada.
-Piratas-me cortó él.
-¡Corsarios!
SILENCIO RATA!
-No es necesario gritar-comentó el otro hombre, cerrando un ojo como protesta por el ruido. Luego nos miró, no parecía sorprendido. Supongo que ya sabía quienes éramos.- ¿Y habeis llegado a un buen trato?

¿Esa miseria que nos ofrecéis por una trabajo sumamente peligroso?

Reí falsamente.
Todos los tratos con los Harkonnen nos son provechosos!-afirmé.
-Deberias tener más cuidado con tus palabras.-Me aconsejó el extraño, quien colocó su mano derecha sobre el hombro del Harkonnen que no paraba de gritarme.- O le dará un ataque.

Miré al "señor importante". Llegaba el momento de exigirle de una vez por todas que se presentara de una vez, o se fuera a tomar viento. ¡Por el amor de...!
-¿Y con quien tenemos el placer de hablar?-inquirí, sonriente.
- Jefe...- Michael habló por primera vez desde que llegamos a Giedi Prime. Por su tono, parecía querer que nos marchásemos ya.

Miré al joven.
"Ya, claro, y ahora me doy la vuelta, le doy la espalda al señor importante, resulta que es el maestro de Asesinos Harkonnen y acabo desangrado en un planeta extraño"
Intenté transmitirle todo eso con la mirada, pero creo que me quedé corto. El Atreides suspiró fastidiado; había captado el mensaje. Pero qué listo que es.

-¡Es Johann! -dijo Hilda con alegría, señalando al extraño.
-¿Johann... Harkonnen?-insistí.
-Sí-asintió éste.- ¿Habeis llegado a un acuerdo?

¿Johann Harkonnen?
Eso era PEOR que el maestro de asesinos.

Asentí rápidamente. Por un lado deseaba salir corriendo...
Por el otro tenía curiosidad por saber que podría querer ese personaje de nosotros. Podía ser...algo lucrativo.

-Ya han recibido sus órdenes-informó el empleado Harkonnen.
-Perfecto.-Comentó Johann Harkonnen, luego miró al otro hombre-.Ahora vete.
-Pero señor...-protestó, sin embargo se silenció por completo con tan solo una mirada del otro.
El Atreides del grupo se removió, inquieto.
-Señor, no deseo ser impertinente... Pero puesto que ya recibimos las órdenes... ¿lo adecuado no seria proceder a ellas?-dijo Michael fingiendo mirar a Johann con respeto, aunque no pudo evitar un cierto tono rencoroso.
-Hay una última orden-comentó Johann Harkonnen, de forma distraída.
- Entiendo, y disculpe la intromisión, jefe-. susurró Michael, volviendo a su acostumbrado silencio.
-Disculpado-refunfuñé, y luego con voz más clara-.Somos todo oídos, señor.
-Simplemente...-comentó, luego clavó sus ojos en los mios. Me dio un escalofrío.- "De paso" quiero que me informeis de la situación real en Kaitan...

Parpadeé. Al volver a abarir los ojos vi Problemas. GRANDES Problemas.
¿Acaso se sabía que yo era Corrino?
¿Me estaba pidiendo que traicionara a mi patria, algo que ya hago día sí y día también...?

¿...Pero esta vez, gratis?


-¿Perdón? Oh, claro. Le preguntaré a alguno de mis hombres. Creo que alguno es de Kaitan...-susurré.
- ¿Y qué pasa en Kaitan?-preguntó Hilda.
-Al parecer hay problemas por allí.-Le explicó Johann, de forma paciente. Luego volvió a mirarme.- Y quiero que vosotros me informeis de lo graves que son y qué ocurre en realidad.
-Sé lo mismo que vos, caballero-me encogí de hombros-.Hace tiempo que no visitamos el planeta.
-Es un buen momento para visitarlo.-respondió.

¡Pues ve tú!

-Claro, señor.
-Espero la información, si no, me temo que lo que los Harkonnen hayamos prometido por el primer trato, no podrá entregarse en su totalidad. Esa información es muy importante.-comentó, luego sonrió solo un poco.- Y creedme, la Baronesa tiene menos paciencia que yo.
-Tan pronto como obtengamos información, os será entregada-prometí.

Probablemente una información más falsa que mi sonrisa en esos momentos, que cun suerte, daría el pego.

Johann Harkonnen me sonrió, por un momento creí verme "reflejado" en él. ¿Me estaba imitando?

-Eso espero.-dijo.
- Entonces, ¿ya nos vamos?-se impacientó hilda.
-Si no tenéis nada más que pedirnos...-saludé, empezando a alejarme.

Y si lo tenéis pienso huír igual. Dadle el recado a...a Hilda.

-Pues ahora que lo dices...-comenzó a hablar, me detuve solo un poquito.- Era broma. Adiós.
-ADORO el humor Harkonnen-resoplé, demasiado irónicamente para la situación. Luego...empecé a caminar bastante más rápido-.Adiós, adiós.

Michael suspiró aliviado, y ensegida me siguió.

- ¿Me despido, vale?-pidió Hilda.
-Vamos con prisa, Hilda...-insistí.
-Relájese, jefe -me adviritó Michael, como un médico a un paciente.
Me relajaré cuando esté de vuelta en mi nave, con Hilda como único representante Harkonnen...

Hilda volvió a la altura de Johann, y se abrazó a él.
- Me ha gustado volver a verte, doctor-dijo ella con una amplia sonrisa de oreja a oreja.
-A mi también, Hilda.
-¡Nos vemos a la vuelta! ¡Adiós!- exclamó la niña, echando a correr hacia nosotros.
-Adiós-respondió Johann.

n n n n



Adiós al horrible palacio, adiós a la apabullante ciudad.

Cuando por fin subimos a la nave, sentí una terrible inquietud. En otra ocasión, si la paga hubiese sido buena, no me habría importado traicionar a nadie.
Pero había algo en el tono casual de ese hombre que me hacía pensar que, esta vez, podría ser un error dar cierta información.

¿Cómo de mal andaban las cosas por casa? Pronto lo sabría.

-Rumbo a Kaitan-anuncié-.Preparad vuestras mejores galas, ¡nos vamos al planeta Imperial! ... ¡Hilda! ¿A eso le llamas vestir bien? Bah, olvidadlo.




//Out// Gracias a Lore, Bop y Aki...Estos posts a 4 suelen ser liosos...espero que este haya salido bien XD

Por cierto! El inspirado (XD) nombre de la ciudad Harkonnen no es obra mía, es ese el nombre según el libro. Otros dos nombres de ciudades son Dmtri y Barony (Baronía?), por si alguien quiere hacer algo con ellos :3! //Out//




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