-Entonces; cuéntame un poco sobre él.
Mi criada, que me cepillaba el pelo con suavidad y diligencia, arrugó la nariz, pensativa.
-Es un hombre discreto; así que además de su nombre y de su pasado como espía, no se sabe mucho más-chasqueó la lengua, al acordarse de algo-.Dicen que es un poco mujeriego. ¿Una persona así puede ser tutor de una jovencita?
-¿Acaso dudas de la buena voluntad del Consejo?-pregunté, burlona.
-Es cierto-ella no había captado mi ironía, pobre ingenua-.Seguro que son rumores. Christopher Iolaus es un caballero respetable.
Ecos de la conversación mantenida hacía unos minutos resonaban en mi cabeza mientras avanzaba hacia la sala donde debería recibir a mi nuevo tutor.
Así que un espía retirado, ¿eh?
¡Alma cándida!...Tendrías que saber que los Corrino nunca jubilan a nadie, y menos aún si tiene menos de ¿trescientos años?
El Consejo había apelado a su autoridad sobre mí para "premiarme" con un nuevo, ilustrado tutor. No sabía que se traía entre manos esa camarilla de vejestorios, pero no podía ser nada bueno.
No estaba preocupada, sin embargo. Si lord Christopher Iolaus me desagradaba, tenía una o dos formas de...alejarlo de mí para siempre.
Me detuve ante la puerta de sala y me acerqué a una de las ventanas que daban a los jardines. Contemplé el paisaje, sonriendo. Quería asegurarme de llegar verdaderamente tarde; minar un poco los nervios de mi "amado tutor".
Finalmente, me alejé de la ventana y empujé la puerta.
Todos se giraron sorprendidos -¿o quizás aliviados?- por mi entrada, sin embargo eran las mismas caras de siempre…¿Y el tutor? Entonces pude identificar un desconocido entre aquella gente, el hombre no se había inmutado a mi entrada, se encontraba observando la ventana despreocupadamente con una copa de licor entre sus dedos.
Ahogué una carcajada. En silencio, me situé a unos pasos tras él.
-¡Buenas noches!-exclamé alegremente.
Al encontrarme cerca, pude observar un leve sobresalto, sin embargo, mantuvo la compostura y se giró lentamente acabando con una reverencia.
- Buenas noches su alteza…-sí, sonaba recto.
Tanteemos el terreno...
-Lord Christopher Iolaus-pronuncié el nombre lenta y pausadamente-.Me siento muy afortunada de que seáis mi nuevo tutor-sonreí angelicalmente-.Por favor, tened mucha paciencia conmigo y perdonadme si cometo algún error. Yo, por mi parte, me esforzaré al máximo.
Mantuvo unos segundos de silencio.
- Será un placer ejercer este cargo, Su Alteza… -pausa- Es un placer conocerla, y por favor, llamadme solo Iolaus- seguía inclinado.
Muy cauto. Muy listo.
-Así sea. Pero alzaos, Iolaus, por favor, dejadme ver vuestro rostro. Dicen que sois muy apuesto.
Noté como acalló una risa, y así se alzó dejándome ver su rostro.
Cierto, era apuesto. Presentaba una expresión seria, y pronto, dibujó una cortés sonrisa dedicada a mí. Sus ojos eran de un bello verde grisáceo y su cabello caoba parecía revuelto. Era más alto de lo que imaginaba y no parecía ser un enclenque, su cuerpo confirmaba antigua condición como espía.
Ya. Muy cauto, muy listo, muy guapo.
¿Y qué?
-Los rumores eran ciertos-dije, simplemente.
-Si vos lo creéis...
Me estaba hartando de tanta ceremonia.
-¿Y qué habéis pensado para mí?-le espeté con una sonrisa-¿Alguna clase nueva?¿Un método de aprendizaje innovador?
-Quizá he pensado algo más de tiempo libre para vos-dijo en un susurro.
Enarqué una ceja.
-Quizá-repetí.
Sonrió.
-Eso ya se vera su alteza.-me ofreció la mano reinclinándose un poco.- Ahora, la cena nos espera.
Junté las manos a la altura de mi regazo, y dejándole atrás, comencé a caminar hacia el comedor, con la cabeza alta.
Pude oír una suave risa procedente de el tras de mí. Luego me siguió.
La cena no fue especialmente interesante. No obstante, coincidió un momento en el que la mayoría de los criados se retiraron con los platos y fuentes de servir hacia la cocina. Dejé de tener tantos ojos sobre mis espaldas; y se me ocurrió mirar a Iolaus de reojo. Estaba apoyado sobre sus manos, observándome con una divertida sonrisa.
-Tiene que ser estresante...
-Es el precio que hay que pagar-contesté.
-No es justo que una jovencita no goze de intimidad y tenga siempre tanta gente enganchada a ella... Hay cosas que tendrían que cambiar...
-Bueno-también apoyé la barbilla en mis manos-.Tú eres mi tutor.
-Por eso haré lo posible por su bienestar... Me gustaria que dispusiérais de más libertad.
Oh cállate, cállate; ¡maldito mentiroso!
Fue ése el momento en el que por fin me decidí a asesinarlo.
Estaba harta de tanto gesto amable; y esa especie de promesa sobre una libertad que yo sabía que había de ser imposible me exasperó del todo.
Sonreí dulcemente. Los criados volvieron.
Estaba de vuelta en mi habitación, la que en otra época perteneció a mi madre. Me contemplé en silencio ante el espejo.
-Princesa-una de mis criadas de confianza entró. En una bandejita llevaba una copa con un digestivo de sabor muy dulce, que me ofreció.
Estuve a punto de tomarlo, pero en ese momento recordé el frasquito que tanto me había costado conseguir de Ángela.
"Dos gotitas en cualquier liquido y caerá fulminado en menos que se dice especia"
Abrí uno de los cajones de mi tocador; allí estaba. Se lo di a la criada, que me miró sorprendida.
-Ve a sus aposentos, y ofrécele esto a lord Christopher Iolaus. Una...-entorné los ojos-última copa, de parte de la Empe...de la Princesa.
La mujer me miró; había comprendido. Vertió la mitad del frasco en la copa, la otra mitad la guardó entre sus ropas, por si hiciera falta de nuevo, y tras hacer una leve inclinación de cabeza, se marchó.
Volví a girarme ante el espejo, y susurré:
-Querido Christopher Iolaus...Bienvenido a la Corte Corrino.
Tras decir aquello, no pude evitar soltar una carcajada.
//Out// Muahaha...cofcof XD...Animo Iolaus, cuidado con lo que bebes! (a)
P.D: Gracias a...Iolaus XDD //Out//
Kaori volvió al desierto a las 5:55 p. m.
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