domingo, octubre 28

-¿Sí?...Oh...no puede ser...-el hombrecillo de mirada esquiva se quedó como petrificado en el marco de la puerta de su desvencijada casa.

Entré apartándolo de ahí y luego dejé a Shalya. que se había dormido en el trayecto hasta la ciudad, en un asiento.

-Herold, ¿verdad? Tú eres un médico. Haz algo-le ordené.
-Yo...pero...¿Es la hermana de Azim?
-¡Sí!-y salí de allí como una exhalación.

Me masajeé las sienes a la vez que caminaba hasta la plaza en la cual se hallaban los fremen, antes de marcharme. Aunque Shalya estaba primero, mi deber como líder era...

Varias cabezas se giraron al verme llegar.
-¡Los hombres del Emperador atacaron!
-¡Y robaron la especia!
-¡Son unos traidores!

Un griterío furioso se levantó a mi alrededor. Conseguí que alguien se calmase y me explicara qué había pasado:
El Emperador me...nos había traicionado. Se había llevado la especia por la fuerza, matando a los pocos guardas que la custodiaban. Por supuesto, no vería ni una gota de agua como pago.

Alcé la mirada hacia el cielo, como si estuviera resentido con los dioses, en lugar de con un ser humano como yo o como cualquier otro.

El oro, los manjares, los verdes jardines, las sonrisas deslumbrantes, la cara ropa...
¡Pero ellos robaban y saqueaban, como el más miserable de los salvajes!

Cerré los ojos con fuerza, mientras la frustración se aferraba a mi garganta. No podía proteger ni a Shalya, ni a mi pueblo. Yo...

Grité con todas mis fuerzas, llevándome ambas manos a la cara. Sentí las miradas de mis compañeros sobre mí.

Antes de que llegaran los Atreides a este planeta, yo creía en Dios. En un Mesías que vendría y nos salvaría, y yo sólo tendría que seguirlo, tener fe y dejarme la vida a la sombra de alguien más grande...
Pero ahora me doy cuenta de que no hay nadie a quien seguir.
No hay nadie perfecto, debemos toma rnuestras propias decisiones.
Y nos equivocamos. Y morimos.
Nosotros no somos Dioses.


Aparté las manos de mi cara. Suspiré y apreté los dientes.
-No somos dioses...


Paseaba de un lado a otro de la plaza, con los brazos cruzados. Por una vez, había silencio, verdadero silencio. Los fremen me escuchaban, no sólo los de mi refugio. Y algunos Atreides también.
-¡Me equivoqué!-clamé-.Creí que los ricos extranjeros, venidos de sus lejanos planetas, eran distintos a nosotros. Pensé que los Atreides eran dioses salvadores...-miré a los soldados, me miraban en un silecio ominoso. Seguramente ya sabrían que fui yo quién viajó con los Corrino-...pero viven y mueren luchando, como nosotros, como si fueran...nuestros hermanos.

Tragué saliva. Mi voz sonaba, por primera vez, firme, convencida.
-También me equivoqué al buscar la "libertad"-me llevé una mano al pecho-¡Cuando siempre la tuvimos aquí!-proseguí-.¡No tenemos que rogar a ningún Emperador traidor y asesino!

Alcé la mirada al cielo. Recordé como mis manos temblaban cuando recibí las cartas imperiales, y como ahora, más bien me embargaba el asco.
¿Por qué nadie les bendeciría entregándoles...el mar?

-¡¡Los fremen no reconocemos a ningún Emperador!!-ni gritos, ni murmullos, sólo un silencio sorprendido y aterrado me rodeaba.

Gritar eso en una plaza pública tenía un rápido castigo. Pero vi...¿sonrisas entre los Atreides? Ni uno solo de los soldados movió un dedo.

-Todo este tiempo arrodillándonos...-dije-.Vi su hermoso palacio, y vi aquella extensión de agua sin fin; ¿cómo no pensar que era justo y necesario servirles?-hice una pausa-¿Pero no son ellos los que vienen a buscar con desesperación la especia a Arrakis? ¿No son ellos, en realidad, esclavos de este planeta?

Dejé la pregunta en el aire, y sonreí ante las caras de duda de mis camaradas.
-Somos Fremen. Y somos libres-suspiré-.Y si alguien quiere retarme ahora y dirigir este pueblo como un verdadero líder, como los de las canciones del desierto...Como esos que no existen, adelante.

Nadie.







Me giré hacia los fremen mas ancianos.
-¿Ya tenemos un refugio?
-Hemos encontrado varios posibles, pero...-comenzó uno de ellos.
-Muy bien, entonces. Mirad-me arrodillé y empecé a dibujar con el dedo en la arena del suelo un diseño muy tosco.

Me había inspirado un poco en todo lo que había visto o leído en mi viaje. Antes incluso de haber acabado, escuché murmullos de aprobación.

-Dicen, Ghassan-comentó uno de los ancianos, que levantó la vista de mi boceto para fijarla en mí-que aquellos que contemplan el mar pierden su alma y se convierten en demonios, por eso los fremen somos puros y los extranjeros unas ánimas oscuras y traidoras.

Sonreí. Sí, en consejos como aquel había basado mi antigua vida.

-Pero quizás y sólo quizás, vender tu alma al diablo...era justo lo que necesitabas-los ojos del viejo brillaron.
Le miré asombrado. Luego, solté una carcajada.





Volví a la casa de Herold al atardecer.
Si alguien me había ayudado a luchar, esa era Shalya. Quien no tiene nada no puede ni siquiera pensar en pelear por una vida mejor. Ahora, gracias a ella, pude sacar fuerzas de dónde no las había.
Pero...¿a qué precio?

Cuando la vi llena de vendajes se me partió el corazón, y todo el cansancio del día me sobrevino de una sola vez.
-Shalya...-murmuré, no sabía si estaba dormida o despierta.

Ella permanecía con los ojos cerrados y el pelo cubriéndole ligeramente el rostro, no contestó.Me senté a los pies de su cama, preocupado.
Entonces ella abrió los ojos despacio, me miró y esbozó una debil sonrisa cansada.
-Ghassan...

Le sonreí, aliviado.
-¿Cómo te encuentras? Tengo buenas noticias.
-Cansada... como si me hubiesen.. torturado.-sonrió, que humor tan negro...

La débil sonrisa desapareció de mi rostro.
-Sanarás pronto. Dicen que ese Herold es un buen médico.
-Tranquilo solo bromeaba.-dijo ella mientras acercaba su mano a mi rostro y lo acariciaba.-¿Que hay de esas buenas noticias?

De hecho, también habían malas...pero preferí callarlas.
-Hemos decidido como será el nuevo refugio. Será muy distinto a...cualquier otro hasta ahora-expliqué.
-WOOOOOOOOOOW.-dijo entusiasmada incorporándose y quedando sentada en la cama. Me cogió las manos.-¿Como seráááá?

Me reí, feliz.
-Verás-expliqué ilusionado-.Sólo es una idea que me surgió tras ver como estaban construidos los edificios del Imperio...Si conseguimos arquitectos, podríamos diseñar toda una ciudad bajo el suelo. No bajo la arena en sí, claro está, pero en las zonas con roca...

Y hablé, y hablé, durante al menos diez minutos sin detenerme, explicando todo lo que desearía que tuviera nuestro refugio...No, nuestra ciudad. La primera ciudad fremen...Qué bien sonaba.

Ella me miró entusiasmada sin perderse ni un detalle de lo que le contaba y sonreía, como hacía tiempo que no la veía sonreír, cuando acabé ella me miró.
-¿Podré ayudarte a construir nuestra ciudad?-preguntó agachando la cabeza, algo ruborizada.

Me llevé una mano al pelo, confuso.
-¿Quieres decir que sabes algo de arquitectura?
Ella levantó la cabeza y clavo sus ojos en los mios, hubieron unos segundos de silencio total y luego... comenzó a reírse a carcajadas.

-¿Qué tiene tanta gracia?-Crucé los brazos.Había algo que se me escapaba, como siempre.

Ella seguía riéndose, incluso se puso las manos en la cara y se secó las lágrimas de la risa.
-No tengo ni idea de arquitectura Ghassan.
-Lo suponía-murmuré-¿Entonces, qué quieres hacer? Claro que puedes ayudar, en lo que prefieras.

Ella sonrió.
-En todo lo que pueda para volver a verte sonreír como lo has hecho antes.-dijo mirándome.

Parpadeé, y comprendí...por fin.
-Para eso sólo hace falta que permanezcas a mi lado-dije, desviando la mirada un poco avergonzado.

Ella posó su mano en mi mejilla y me giró la cara para que la mirara.
-Eso siempre...-dijo sonriendo.
Sonreí alegre.
-Así pues-bromeé-¿Cuándo estarás curada? ¡Hay mucho por hacer!-sind arle tiempo a contestar acerqué mis labios a los suyos, enternecido.


Si yo pude curarme de mi ceguera y de mi cobardía...Tu puedes sanar, Shalya. Estoy seguro.

La puerta de la habitación se abrió entonces de golpe.
¿Qué hay más incómodo que que tu amigo te encuentre con su hermana pequeña?
Que ese amigo sea Azim.


//Out// Gracias a Susyy :3! Bueno, aunque sea al final, el pj madura! ù.u XD...Ahora...morira a manos de su cuñadito? (a) //Out//




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