martes, septiembre 11

-Si necesita algo, lo que sea, no dude en llamarnos.

Dos criadas -mellizas- se marcharon de mi habitación después de decir aquello. Observé que eran semiperfectas en la forma de andar, de hablar e incluso de respirar. Parecían creadas para su labor...
...
Mil veces antes preferiría a Shalya.

Ahora...¿qué hago?
Me tumbé sobre la mullida cama...y me hundí (con esas camas tan blandas, no entendía como los huesos de los Corrino seguían siendo...hueso).
Terminé tumbado sobre el encerado suelo, maravillándome ante la majestuosidad de la habitación.
Me quedé así un rato hasta que algo llamó mi atención.

Me acerqué a una estantería llena de libros...

Lo único que podía recordar era que el día había avanzado, y mucho.
Varios ejemplares estaban desperdigados por el suelo. Botánica, geología, arquitectura...varias novelas. Sentí angustia al ver que no podría terminarlas todas.

Entonces las gemelas entraron de nuevo. Una llevaba un traje entre sus manos.
-Honorable fremen-dijeron.
Las miré sorprendido, con los libros en la mano. Pronto me arrastraron a un vestidor. Señalé los libros como último recurso y...
-¿Estos?-una de las doncellas sonrió mientras los apilaba-.Son muy comunes. Quédeselos.

...

Comunes. No podía creérmelo mientras avanzaba pasillo abajo, siguiendo las instrucciones que me habían dado: Acudir a la reunión con el Emperador.
¿Sería este el final de todos nuestros problemas?
Si yo lograse que fuésemos libres...
Quizás podría redimirme y lograr que alguien se sintiera orgulloso de mí.
Suspiré, cansado, y mi sojos se movieron hacia el gran ventanal que adornaba el pasillo.
Mi mandíbula cayó lentamente.

...El...¡¡el mar!!
Era tan maravilloso como lo describían en las canciones...
Agua...agua hasta donde alcanzaba la vista.
Poco a poco, y apesar de que las incómodas (pero caras) ropas luchaban contra mí para impedírmelo, me senté en el suelo...Me abaracé las rodillas.

El mar.


...
-¿Ho...honorable fremen? ¿Tiene idea de qué...hora es?
POR TODOS LOS...!-grité antes de salir corriendo.
Ahora era oficial: Estaba muerto.

O no. Incluso habría preferido que el Emperador me gritase...ahora me sentía...confuso.
Me concentré en la comida, intentando no sentirme culpable por disfrutar de aquello mientras en mi planeta...
...
Eso iba a acabar hoy.




Me costó mucho no atragantarme al verme sacado de mis pensamientos de forma tan repentina.
-Sí...Por supuesto Emperador-logré articular tras la sorpresa.

El Emperador sonrio
- Es de mi conocimiento, que durante centurias su pueblo ha sido victima de tratos inhumanos. La escencia de su planeta, la especia, indispenable para la vida humana en este universo; ha sido robada de las manos de los fremen. Quienes, por derecho, deberian tener control total de ella

¿Centurias?
Bueno. Asentí como si entendiese y esperé a que siguiera hablando.

- Mis predecesores, los antiguos Emperadores, subestimaron a los fremen, creyendo a su pueblo inculto y por lo tanto, sin derechos. Yo quiero cambiar la historia -se detuvo y alzo la frente, orgulloso- Deseo otorgarles a su libertad. Eliminare el regimen feudal que ha prevalecido en Dune a traves del tiempo.

Muchas palabras para decir...para decir...
¿Libertad?
Eso era lo que yo había venido buscando. Eliminar el régimen feudal era hacer marcharse a cualquier Casa de allí.

Agaché la cabeza.
-Gracias-dije de todo corazón.

Los dientes perfectos del emperador se asomaron en una sonrisa Triunfal?
- Sin embargo, la libertad tiene un costo mi amigo Ghassan -bebio de su copa y continuo hablando- Es usted inteligente, lo se. No necesitamos mascaras para entenernos entre nosotros. Usted y yo somos lideres que buscamos lo mejor para nuestra gente. Yo gobierno el universo y usted un refugio fremen, no somos tan diferentes. Ayudeme y lo lo ayudare. Expulsare a los Atrieides de Dune a cambio de su especia.

Intenté mantener mi semblante serio, aunque me costaba no emocionarme. Las diferencias entre ambos eran abismales, y apenas podía entender sus palabras. No obstante, me sentí halagado.
-La especia...No nos importa. En Dune hay especia...-miré a los ojos de toda la sala, de colores tan distintos a los de los fremen, el único azul brillante-hasta en el aire. Por favor, tomad la que queráis.
- Es usted sabio. Enviare mis naves a Dune con la mision de recolectar su especia; a cambio, redactare una carta expulsado a los Atreides de su planeta, y declarandolo libre y soberano. Nadie gobernada a los fremen, solo ellos mismos -su sonrisa parecia tatuada en el rostro.

Asentí.
-Sí.Gracias-repetí por enésima vez.

El Emperador se levantó.
- Un brindis -levanto su copa e inmediatamente los demas le sigueron- por que hoy, la historia cambiara. Una amistad se ha forjado entre la Casa Imperia Corrino y el pueblo Fremen. Salud.

Observé a los presentes ponerse también de pie.

Un brindis...Así que era eso. Miré mi copa.
Intenté calcular cuánto tiempo podría conservar un fremen como yo esa insignificante cantidad de agua con alcohol...
Demasiado tiempo.
Imité a todos los demás.

Después de aquello, poco a poco, la gente empezó a despedirse y a salir de la sala. Me levanté, dispuesto a hacer la mismo...sólo por si acaso, dirigí una mirada furtiva al Emperador.
hice bien. Me llamaba.
Me acerqué, intrigado.

- Mi amigo fremen -me estrecho la mano- ha hecho lo mas sabio para su gente. Esta usted invitado a permanecer en mi planeta el tiempo que desee, sera tratado como el invitado de honor que es -su eterna sonrisa dio paso a una mueca de leve preocupacion- Pero yo entiendo por la situacion que estan pasando los fremen actualmente, quiza este preocupado por ellos y desee volver a Dune lo mas pronto posible.

Sonreí resginado. Aquella frase era sumamente amable, pero inconfundible.
Después de todo, tenía que volver a mi hogar.
-Tenéis razón, Emperador. Debo regresar.
- Espero tener noticias suyas, en mi tiene un amigo y en mi hogar usted siempre estara invitado, regrese cuando guste -su insistente sonrisa regreso- Hable con Horace cuando desee volver a Dune. Fue un placer conocerle.

Hice una tirante reverencia.
-El placer fue mío, Su Alteza.

Y me retiré.

Avancé por los pasillos en busca de aquel hombre, Horace. Entonces me encontré a alguien muy distinto: Una mujer. Estaba pálida (o quizas era así), y tenía la cara constreñida en una mueca de angustia.
Sus ropas...
Su actitud...
Pero él había dicho que estaba enfer...


Aquella mujer me miró con sus ojos ambarinos.
Y quizás por una vez, hice algo inteligente: cerré los míos, como un acto reflejo.
Cuando los volví a abrir, ella se había ido...Y era Horace quien se acercaba.

Como si esperase que ese mismo día le pidiera marchar, ya lo tenía todo preparado.
Partimos enseguida, esta vez con varias naves más de acompañamiento.
Observé felizmente que los libros habían sido traídos a la nave.

Tras un rato de aburrimiento, simplemente por nostalgia, abrí una de las cartas que había olvidado leer: La del Emperador.

Me quedé de piedra. Decía lo mismo que la de la Emperatriza...
No, eso no sería correcto. Si dijesen lo mismo habrían sido idénticas a complementarias...Pero esta...pisaba algunas frases de su esposa, y otras simplemente las contradecía.

Se me secó la garganta.

Y en ese mismo momento el hombre de confianza del Emperador me indicó que cuando esas naves volviesen con la especia, los Atreides marcharían para siempre de Dune y seríamos libres.

Salté de la nave, preocupado.
Antes no había un cuando.
Y si ellos fueran tan magnánimos nos habrían liberado sin pedir nada a cambio.
Me giré sobre mis talones, dispuesto a preguntar algo a Horace...

Y en ese momento vi como una cabellera rosa subía a una nave muy pequeña.
-¿Shalya?
Alguien la empujó a su interior...

Ese chico...Yo le había visto una vez...
Él...


¡¡Harkonnen!!


Eché a correr sin despedirme ni mirar atrás, y olvidé la conclusión a la que estaba llegando.


//Out// Lo se, enorme, pero no posteare hasta el finde supongo, asi que...^^U. Muchas gracias a Gabyy *3* //Out//




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