Tuvimos que salir del palacio Harkonnen a toda prisa.
Atreides por todos lados y, aunque me hubiese encantado quedarme viendo los progresos de Yerik, lo mejor era que me marchase de allí. Hacía tiempo que no luchaba y, lo cierto, es que prefería mantenerme de esa manera hasta pasado algún tiempo. Mis guantes no se mancharían de sangre, no al menos de esa manera.
Estaba en una de las naves Harkonnen, en un cuarto que me concedieron solo para mi. En aquel corto periodo de tiempo que se nos fue concedido, pude volver a empaquetar todos mis útiles médicos pero no con la suficiente seguridad de que estuviesen a salvo. Malditos Atreides… No me gusta la prisa. Quizá acabareis pagándolo como alguno de mis objetos quiebre…
Salí del cuarto, en busca de Volker, cuando me encontré con una de las sirvientas. Era rubia, de ojos claros y piel muy clara. Permaneció quieta, mirándome, con una sonrisa ciertamente sospechosa en sus labios. Agaché la cabeza, hasta quedar frente su cara. Me recordaba a la mujer de esa foto que Yerik portaba y que recientemente había destrozado, Ania. Ella era la madre de Yerik… “Desafortunadamente” había muerto… pero no de la manera que yo hubiese querido.
-¿Quieres algo?-Le pregunté, mi tono fue bastante tajante.
-No…-musitó.- quiero decir…
Estaba nerviosa…
Era muy parecida a Ania pero… ¿Sería esta tiparraca otro monstruo de mi pasado? Creí que había terminado con todos pero… Dirigí mi mano hacia su cuello, sin embargo, me detuve a pocos centímetros y le susurre:
-¿Has visto al general Volker?
-Cre…-susurró, le temblaban las piernas.- Creo que está por ahí…
Señaló hacia el fondo del pasillo. Sonreí y tras quitarla de mi camino fui hacia esa dirección. Había sido contratado para tratar a Volker, no para perturbar criadas ni aún menos para vigilar a antiguos experimentos. Debía ponerme en marcha con ese general desquiciado, aunque esa forma de matar… Es interesante.
Llegué a una zona donde el pasillo se ensanchaba...un poco. Sin embargo allí estaba él, el..."general", mirando boquiabierto a su alrededor, como si estuviera en un gran salón...o algo aún mayor. Sea lo que sea, le asombraba. Alucinaciones...
-¿Volker?-Pregunté mientras me acercaba lentamente, podría haberme aproximado a él y colocarle un cuchillo en el cuello que... no se habría dado cuenta.
Siguió mirando al vacío, sin oír ni mis pasos ni mi voz.
Sonreí levemente.
Debía comenzar pronto las sesiones y, lo cierto, es que aquel momento era muy bueno para ello. Sin que se diese cuenta, toqué su hombro justo en uno de esos famosos puntos que yo utilizo, los de dolor, y cayó al suelo. Rápidamente giró su cabeza hacia mi, mirándome con aquellos ojos desquiciados.
-¿Qué...?-murmuró. Luego pareció cambiar rápidamente de expresión. Pasó de una ensoñada a otra de total confusión-¿Quién...eres?¿Qué pasa?¿Qué...?
-Revisión.-Comenté divertido, luego me agaché y le toqué cerca del cuello. Tembló y luego gritó.- ¿Duele?
Se agarró a mi pantalón con una mano temblorosa mientras intentaba incorporarse con la otra.
-T...tú...
-Creo que voy a espabilarte a golpe de punto de dolor.-Musité mientras le miraba de reojo. No me divertía.
Me miró sin comprender mientras seguía levantándose. Lo levanté tomándole por el cuello de la camisa, entrecerré los ojos y me fijé en su cara. Su mueca era la de un auténtico palurdo, sin embargo.... Sin embargo escondía un instinto asesino que me convenía sacar. Esa mirada llena de odio de la otra vez... Vamos, sal... Verdadero Volker. Sin soltarle, con mi otra mano toqué otro punto de dolor. Chillo, exageradamente, y se derrumbó sujetándose de mi chaqueta.
-¿Por qué?-lloriqueó.
-La Baronesa me ha ordenado quitarte la adicción y además... Hacerte competente.
Saqué de uno de mis bolsillos una bolsa con droga y se la enseñé, justo en ese momento intentó lanzarse para cogerla pero falló y le volví a dar en uno de los puntos de dolor.
-Aprenderás que "esto" no es bueno.
Cayó al suelo. Y esta vez, simplemente se quedó ahí. Ni un intento por levantarse o por luchar. Un auténtico pelele...
-¿No la quieres?-Canturreé.
-Creo...creo que la tortura está prohibida...en el reino de los Harkonnen-se quejó, desde el suelo.
-¿Tortura?-Pregunté, divertido.- Esto no es tortura. Es medicina.
-Prefiero los curanderos...
-Créeme... esto... es más eficaz.
Me agaché y esta vez me puse serio con el tratamiento. Finalmente lo único que hacía era quedar inmóvil, mientras chillaba como un estúpido. Me aparté, aún enseñándole la droga, y me apoyé en la pared mientras le preguntaba:
-¿Quieres?
Se levantó torpemente y caminó lentamente hacia la bolsita, mientras extendía la mano, anhelante.
Se la coloqué delante de sus propias narices, sonrió dichoso, sin embargo esta vez el dolor que le propiné sí que fue insoportable. Era un aprendizaje duro, incluso para mi pues no me divertía, no obstante Volker aprendería que la droga no se toca. Que debe comportarse de otra manera y muy pronto lo convertiré en un aunténtico harkonnen sediento de sangre.
Allí estaba. Aparentemente intacto, sin embargo, se quejaba como si acabara de recibir la mayor paliza de su triste vida.
-La próxima vez que alguien te pronuncie la palabra droga...-en ese momento, cuando dije esa palabra, Volker sintió de nuevo el mismo dolor que le había propinado anteriormente.- Sentirás esto. La droga es dolor... droga.. droga...
Se retorció en el suelo, luego me miró con los ojos muy abiertos.
-Matasanos-pronunció débilmente. Sus ojos brillaron con un sutil odio, pero odio, al fin y al cabo.
-Tú no estabas sano.-Pronuncié con una sonrisa en la boca, luego me giré para darle la espalda.
Algo se clavó a pocos centímetros de mí en el suelo. Aún en el mejor de los casos para mi atacante, el arma apenas me hubiese rozado. Pero miré el objeto más detenidamente.
Era una simple pluma para escribir. Y estaba clavada...casi hasta la mitad.
Detrás de mí, Volker estaba en pie. Le temblaba un brazo.
-¿Hum...?-musité.
-M...me duele el brazo...-dijo el general, simplemente, y se dejó caer al suelo de rodillas.
Entrecerré los ojos y me acerqué a él. Le sujeté el brazo, para examinarlo. No pude evitar reir al darme cuenta que estaba en aquel estado a causa de clavar de aquella manera la pluma. Le miré a los ojos. ¿A caso yo iba a ser el suelo? Me encanta. Sigue por ese camino y entonces... Volker gruñó, el dolor ya no le pareció tanto al menos en aquella medida, y pudo mover el brazo.
-Suéltame, loquero de pacotilla-su voz seguía siendo la misma, la de un patético borracho, sin embargo sus palabras parecían de alguna manera...cuerdas.
-¿A caso te duele ahora?-Pregunté, contento por el "cambio".
Se levantó lentamente. Intentó alejarse de mí sin responderme.
-¿Eso es un no? Quizá debería de enseñarte a responder cuando te hablan.-Dije de forma maliciosa.- Quizá deba utilizar la técnica de "droga" para esto también.
Al pronuncar aquella palabra estuvo apunto de caer, sin embargo simplemente cojeó levemente y...
-Bah. Felices Fiestas-dijo frunciendo el ceño, sin parar de caminar o al menos...intentando no parar.
-Felices, felices.-Dije mientras hacía un gesto de despedida con la mano.
Volker se cruzó con aquella sirvienta, la cual quedó de pie en medio del pasillo, mirándome mientras estaba apoyado en la pared observando el suelo. Mis ojos fueron hacia ella. Me molestaba su presencia, su existencia me parecía tan... sucia. Sin embargo, hice un gesto para que se acercase.
-¿Quién se supone que eres, eh?-pregunté, con una sonrisilla.
-Una humilde sirvienta..
-¿Como yo?
-No, usted es diferente. Yo soy... absolutamente prescindible.
Como Ania...
¿Por qué hablas como esa rata? ¿Eres real? Más te vale...
Acaricié su cara levemente, estaba temblando pero dejó de hacerlo por un momento mientras entrecerraba los ojos. Sin embargo, de pronto la coloqué contra la pared y comencé a ahogarla. Abrió los ojos con fuerza, y aunque intentó gritar, le había hecho perder la voz pocos segundos antes.
-Seas quien seas no me gusta tu presencia.-Gruñí, luego pegué mi frente a la suya.- Fuera de mi vista, o si no... te mataré.
Hizo un brusco movimiento, de tal manera que al encorbar su espalda acabó rozando sus labios con los mios. La idea de sexo y gritos, sexo y oir el sufrimiento de otro me... embriagó. Otra vez, esa sensación y esta vez sin que hubiese nada que me detuviese. Ni un sentimiento como la piedad ni el amor que me parase... Era una simple muñeca, una muñeca que acabaría rota... ROTA.
No se muy bien cuanto tiempo la tuve encerrada,lo que sí que se es que sus gritos, que eran una mezcla de dolor y placer, tenían eco en mis oídos. Y, aun todavía, no entiendo como nadie fue capaz de interrumpirme. Chiilló y chilló, lloró y lloró.. pero también disfrutó. Sus ojos me miraban, en ellos estaba el miedo, el placer, el desconcierto pero... también la certeza de saber que iba a morir.
Aún estando muerta, seguí haciendola sufrir hasta que finalmente me cansé y la dejé por uno de los almacenes. A nadie le importaba una sirvienta. Como ella misma había dicho, era prescindible...
Out: Bueno... otro post de Johann xDD Gracias a Kao por hacer de Volker. Ah, y esto último... Ha sido muy poco comparado con el comportamiento de JOhann normalmente. A ver si pronto puedo poner su verdadero "yo" xDDD
Johann volvió al desierto a las 1:50 a. m.
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