sábado, febrero 17

La Sala de los Retratos era, sin duda alguna, un lugar impresionante.
Cincuenta y tres imágenes de enormes dimensiones ocupaban las paredes de la interminable estancia. Sin sillas, plantas, adornos o cualquier otra cosa que pudiera desviar la atención de aquellos hombres elevados casi a la altura de dioses.

Digo hombres, porque de los cincuentra y tres gobernantes, ni tan sólo uno era mujer.

Justo al lado de la imagen de mi padre había un enorme espacio vacío. Resultaba casi insultante a la vista. Esperaba a ser ocupado.
MI retrato ocuparía aquel vacío. Por primera - y última o no, eso ¿a quién le importaba?- vez, el Sirirdar, el dirigente, de la Casa Corrino sería una mujer.
Altair I, emperatriz. Siridar número cincuenta y cuatro.

Nadie me quitará ese privilegio. Nadie.
Ni siquiera tú, esposo.


Fuera de la sala se escuchaba ruido, alborozo. Los Atreides habían logrado enviar una cantidad ingente de especia, salvando su pellejo y salvando la economía de la Casa Corrino de una sola vez.

Quizás cuando consiguiera reunir la hipocresía necesaria, iría junto a Adonis, le pondría una mano sobre el hombro y le expresaría mi más sincera admiración.

Sí. Quizás.

Me di la vuelta, alejándome del espacio vacío para encarar el retrato de mi padre. Probablemente cuando se realizó aquella pintura, tendría algo más de mi edad. Alcé una mano y rocé la mano gigantesca del anterior Emperador.

Sus manos,aunque enormes, consumidas por la edad y por el paso del tiempo, temblaban, sosteniendo el arma. Al principio no era más que un juego de puntería entre padre e hija.
Más tarde, el Emperador comenzó a perder la calma al ver cómo le superaba en todo. Objetivos móviles o estáticos, no importaba.
Pronto comenzó a transpirar visiblemente. Calló en un círculo vicioso. Su nerviosismo le inducía a fallar y ello, a su vez, lo angustiaba.

Cuando acabó la tarde más placentera de mi vida tras el paso por Salusa, mi padre había derribado quizás, la mitad de sus objetivos.
Yo había acabado con todos.

Giré suavemente la cabeza hasta verlo. Mis labios se tensaron involuntariamente en una sonrisa.
No era una sonrisa hermosa, pero no me importaba.

-Padre-susurré placenteramente-.Te has vuelto...imperfecto, defectuoso.
Recordaré por siempre los ojos de terror con los que me miró un segundo después,como dejó caer su arma y como desapareció en el interior del palacio.

Dos días más tarde, el Emperador de la Casa Corrino número cincuentra y trés había expirado su último aliento.


Retiré mi mano del cuadro y me alejé en silencio.


//Out// Post express y sin mucho que contar, excepto del pasado turbio de Altair XD. Espositoooooooooo(8) te toca postear y restregarme tu victoria XD, pero que sepas que no me rendire tan facilmente ùu!! //Out//




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