Sólo había una palabra para definir al plan, y esa era "perfecto".
Probablemente Adonis había sucumbido a las incesantes súplicas de los consejeros, o simplemente la ambición, el deseo de disponer del presupuesto y el consentimiento de la Casa Corrino para sus experimentos por siempre le habían arrastrado a hacerme semejante petición.
En apenas unos segundos descubrí todos los beneficios que me reportaba un matrimonio con mi primo.
En primer lugar, la fortuna del Conde de Corrino pasaría a partenecer a su familia...a mí, y por lo tanto al palacio Imperial. Poco importaría entonces que Adonis falleciese, o desapareciera para siempre en las profundidades de su laboratorio. Toda esa cantidad de dinero jamás abandonaría el planeta Kaitan.
Por otra parte...conocía la inestabilidad mental de Adonis. Lo más probable era que tras la boda olvidase cualquier asunto de Estado y volviera a dejar el poder en mis manos.
Sin embargo, aquí se hallaba el problema: Tan sólo yo conocía que mi primo podía tener un comportamiento inestable a veces. Sería fácil convencer a los demás de lo mismo: Tan sólo alejándolo de su laboratorio unos días sería suficiente...
Los síntomas durante los festejos de la coronación serían los normales para estos casos: sudoración, temblores, quizás algún ataque de desperación.
Entonces los mismos consejeros que casi me habían obligado a elegirle como esposo suplicarían porque deshiciese el compromiso. Implorarían que no me precipitase en mi decisión, que lo pensase dos veces...
Y yo declararía estar profundamente enamorada de mi primo.
Lo desposaría nada más volver al palacio y en cuanto el escapase a ocultarse en sus dominios subterráneos...
Yo gobernaría para siempre, sin ningún hombre para hacerme sombra, como valido de un Emperador enfermo...
Y al final de los tiempos, sólo se recordaría a la Emperatriz.
¡Nada estaba saliendo según lo planeado!
¿Por qué?
La voz tranquila de Adonis cuando me dijo que acudiría a Dune me causo un leve escalofrío al que no di importancia. Días más tarde, el Conde Adonis se comportaba de forma ejemplar durante la fiesta...
Ni se desesperó...
Ni sufrió una sola convulsión...
Ni siquiera sus manos temblaron...
Mientras que yo me controlaba con todas mis fuerzas para no manifestar todas las patologías de mi primo de una sola vez.
¿¡Por qué no funcionaban mis razonamientos con Adonis!?
Podía encasillar a cualquier persona en un simple patrón. A la concubina del duque, que simplemente sería cortés durante unos segundos para después retirarse, probablemente sintiéndose asqueada.
Al Duque Atreides, afligido, dolido, pero jugando a ser mandamás y apareciendo con la cabeza alta y con seguridad, la esperanza de mejorar Dune, convirtiéndose en una especie de héroe.
A la Baronesa Harkonnen, que llegaría probablemente tarde a la fiesta, expresaría su desprecio y se marcharía antes de que la coronación terminase...
Si podía comprender el patrón de conducta de todos y cada uno de ellos...
¿Por qué no a él?
Miré a lo lejos. Nuestra nave se alejaba de Dune, planeta que se hacía más pequeño cada vez.
Yo misma había decidido partir esa noche, incapaz de hacer ver que no notaba la mirada de triunfo de Adonis, clavada en mí durante toda la ceremonia.
Tomé la botella que tan amablemente Go-Go había rescatado para mí y bebí un largo sorbo, mientras me observaba frente al espejo.
Con un simple camisón blanco, sin el traje de Sardaukar cubriéndome, ni las piezas de metal de la armadura...
Parecía tan ridículamente indefensa...
Como una araña que se ha quedado atrapada en su propia tela.
Dejé caer la botella al suelo y me tumbé en la cama. Mañana habría una boda que anunciar.
Kaori volvió al desierto a las 7:39 p. m.
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