El día...de mi boda.
Go-go...habría querido que al menos...fueras mi madrina.
La parte racional de mi mente suprimió rápidamente cualquier tipo de emoción que pudiera suscitarme ver a Yubari cubierta de vendas y sumida en un sueño de todo menos plácido.
Aparté el rostro de la ventana de obvservación y me dirigí a la salida de la planta de enfermería.
-Dale esto-sin dejar de andar, le entregué de golpe el pequeño libro que tenía en las manos a un enfermero-.Cuando despierte.
"Alicia en el País de las Maravillas", ese era el título del libro que ella leía una y otra vez sin cansarse. Una reliquia, por cierto. De la Era Terrestre.
No me importaba su contenido en absoluto. Aliviaría a Go-Go y eso bastaba.
Otra cosa me preocupaba. Se desobedecieron completamente mis órdenes a la hora de enviar a un mensajero. Sí, un asunto trivial como una carta, pero no podía dejar de relacionarlo con el hecho de que ningún consejero rondara hoy a mi alrededor, como algún tipo de insecto molesto, para informarme de la situación de mi Universo, o de esa parte tan especial del universo.
Dune. La Especia.
A cambio tenía a un pequeño grupo de damas a mi alrededor, que constantemente discutían entre ellas asuntos como el número de tenedores durante la cena, mi peinado para la boda...o su tema favorito, el vestido. Se gritaban unas otras que dada mi condición de doncella, el vestido en sí para el evento debía ser blanco nuclear y no blanco crema ni blanco azulado, ni mucho menos blanco roto o rosa pálido. Al dejarlas a la puerta de la enfermería les anuncié con satisfacción que no usaría vestido sino traje militar...
...Y al abandonar la tranquilidad del hospital volvieron a reunirse a mi alrededor para anunciar, triunfantes, que tendría en mis manos un traje militar blanco nuclear en pocos minutos.
Estúpido. Enormemente estúpido.
Toda la maldita celebración me era indiferente.
Yo solo quería...
Me encerré en mi despacho, dejando a sus puertas a las parlanchinas mujeres y comencé a leer los mensajes que deberían haberme resumido mis consejeros, pero que estaban en algún lugar...con otra...persona.
Era evidente: En popularidad, mi primo me había vencido. Era él quien se hacía acompañar ahora por los consejeros.
Y, si no hacía algo pronto, sería él quien ocupase este despacho.
Revisé la información. Era mi plan, no el de Adonis, y en contra de lo que pensaran los consejeros, tenía todo el derecho a estar informada.
Estable, estable, todo estable. Sin cambios. Tras la muerte accidental del Viejo Duque, todo había seguido como si nada. La ciudad Arrakeen evolucionaba favorablemente y no había actividad Harkonnen, los cuales parecían haberse refugiado en su planeta.
¿La tormenta antes de la calma?
¿O simplemente los perros Harkonnen me habían fallado?
Una parte de mí deseaba gritar de frustración. La parte que de verdad dominaba en mi cuerpo sólo se permitió el lujo de arrugar el último informe y pisotearlo con gesto indiferente.
Quizás todo se torció en el momento que creí que podría beneficiarme desposando a Adonis y le di el sí. No lo sé.
Una idea desesperada se formó en mí cabeza. Era tan descabellada que me hacía sonreír. Corrí hasta el otro extremo de la habitación y rebusque entre todos los libros para dar con lo que buscaba:
El árbol genealógico Corrino. Tomé el holocubo y manteniéndolo en mi mano, lo activé.
En el aire se proyectó un holograma de dimensiones conseiderables. Busqué frenéticamente el nombre de Adonis. Si de verdad éramos familia, puede que estuviéramos en una línea tan cercana que no fuera posible el cruce. O quizás el apellido Corrino era tan sólo un mero regalo de un noble sin descendencia a alguna familia fiel, y no teníamos ningún parentesco, lo que también nos impediría casarnos...
Mis ojos se detuvieron en un nombre en concreto.
Aurion. Aurion Corrino. Y a su lado...Helena Corrino.
¿Por qué me eran tan familiares?
Madre repetía constantemente, pero con cariño, que yo había arrancado toda la vida de su vientre al nacer. Por eso...para que pudiera concebir una vez más...Vinieron unos parientes de una galaxia lejana.
Ellos eran Aurion y Helena, reconocidos como grandes doctores. Se quedarían un tiempo en nuestra casa, curando a madre.
Con ellos trajeron...a un niño.
Era un muchachito angelical. Pasó el primer mes de estancia escondiéndose de mí, mirándome con aquellos grandes ojos ámbar llenos de timidez e inocencia, hasta que conseguí que jugara conmigo.
Entonces no estuve sola nunca más.
Abandoné los aburridos juegos para una persona, me escapé de las clases de canto, costura, danza y lenguas para estar con mi nuevo amigo. Y cuando llegábamos con los trajes, pequeñas joyas que costaban el dinero que se necesitaría para suplir a Dune con agua durante un año, rotos y embarrados, los criados tan sólo nos decían una frase o dos de amonestación, muy suaves, para añadir en seguida:
-¿Quíen puede enfadarse con ellos? Son como dos querubines, rubios y de grandes ojos.
Dos querubines que podrían acabar con sus vidas con una sola palabra.
Llegué a creerlo. De hecho, nos parecíamos. Un día le dije alegremente a padre:
-¡No es necesario que sigas intentando traerme un hermanito...ya lo tengo!
Mi gran sonrisa se convirtió en una mueca de dolor y sorpresa al recibir el fuerte bofetón del Emperador. Padre, quien por todos los medios intentaba conseguirme un hermano para que no me sientiera sola...
Me golpeó. Mis palabras eran burlonas e irrespetuosas.Eso dijo él.
No importó demasiado, tan solo me alejé. Mientras tuviera a mi amigo, poco importaba padre.
Entonces, un día...mi amigo se fue de viaje. No regresó.
-Con los Tleilaxu-dijo el amable Aurion, apenado.
-Es lo que él desea-añadió Helena.
Poco después, no sólo el vientre de mi madre siguió muerto, sino que su corazón también dejó de latir.
Y mi padre comprendió que jamás tendría otro hijo.
Parpadeé, confusa. ¿Aurion, Helena y...? El nombre era importante. El nombre de mi amigo de la infancia...
Me obligué a recordar el momento exacto, la primera vez que lo vi.
-¡Oh!-exclamó una mujer hermosísima, con cierto parecido con mi madre-.Esta es Altair. Yo soy Helena. Y este...-la mujer forcejeó un poco con su vestido para mostrarme a un niño que se agarraba temeroso a su falda.
-...es Adonis.
Un escalofrio recorrió mi espalda. Bajé la mirada un poco. Justo bajo los nombres de Aurion y Helena...
"Adonis"
Aunque sentía frío, lancé el holocubo lejos, como si ardiera.
-Mi señora, la boda con el futuro emperador Adonis es dentro de una hora. Debería prepararse.
La doncella tuvo que repetirlo al menos cuatro veces para que la siguiera.
Pero aún así, hasta que se cerró la puerta del despacho tras de mí, no aparté la mirada del holocubo. Aún por el pasillo, seguía mirando hacia mi despacho, como si pudiera ver tras la puerta.
Y cuando las maquilladoras, peluqueras y demás mujeres empezaron con su griterío habitual, ni siquiera me importó.
Yo seguía con la mirada fija en ese holocubo.
//Out// Holocubo: Cubo que proyecta un holograma (se que por el nombre jamas os lo hubierais imaginado XD)
Acabe algo melancolica al terminar el post ._.. Snif. Altair tambien tiene derecho a traumatizarse! XD//Out//
Kaori volvió al desierto a las 10:51 p. m.
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