-Su Majestad, ¡escuchadnos, por favor!
Resoplé, molesta. Otra vez esa dichosa discusión. Acaso mi aspecto, recostada de un lado contra el trono, con el brazo izquierdo sobre su respaldo, la pierna derecha sobre uno de los reposabrazos y con la vista fija en el techo, no evidenciaba lo suficiente mi desinterés?
-Comprenda que la Casa de Corrino cuenta con muy pocos miembros, y si usted perece, tendríamos que ceder el Imperio a otras casas con un mínimo parentesco...
Parece que no.
En cuanto el primer consejero calló, habló un segundo.
-Debemos insistir en que busque un compañero para perpetuar su linaje.
Arrugué ligeramente la nariz y bajé la vista hacia mis pantalones. Sabía que ni siquiera aprobaban mis vestimentas...la Corte deseaba a una mujer vestida de princesa, con rizos artificiales, vestidos de encaje, joyas hasta donde alcance la vista...
A una mujer fácil de manipular...
-Olvídalo-le gruñí al consejero.
-¡Pero Majestad!¡Usted podría elegir a quien quisiera! ¡Elija al heredero Atreides!
-No.
-¡A algún varón Harkonnen!
-No. Ninguno está a mi altura.
Los consejeros callaron. Ahora darían por finalizada la audiencia y...
-Elija a Adonis-susurró un hombre.
Murmullos de aprobación en la sala. Abandoné mi cómoda posición para sentarme correctamente y encarar al consejero.
-¡Sí, elija a Adonis!-dijo con más fuerza-.Es un Corrino, después de todo. ¡Corrino está a la altura de Corrino!
Aunque pertenecer a la escuela mentat y haber estado entre los Sardaukar me había despojado de casi todo sentimiento involuntario, sentí furia al ver como se descontrolaba la situación.
-¿Creéis que soy un perro de cría al que se le puede cruzar con quien se quiera?¡Callaos!
Los murmullos siguieron. "Adonis" y "Corrino" se extendía como un eco por toda la sala.Me incliné hacia delante.
-¡¡He dicho que os...!!-comencé a gritar. Fui, no obstante, interumpida por el sonido de huesos rotos.
-Ha dicho que os calléis-susurró dulcemente Go-Go, soltando el cuerpo inerte de un consejero. Sus manitas casi infantiles le habían roto el cuello.
Sonriendo misteriosamente, Go-Go Yubari, mi guardaespaldas, volvió a situarse detrás de mi trono.
Los murmullos cesaron al momento. El resto de consejeros observó, con las caras desfiguradas, como unos sirvientes arrastraban el cadáver fuera de la sala.
-Damos...damos la audiencia...por terminada, Su Majestad-dijo el jefe de los consejeros. Hicieron una reverencia y salieron de allí como alma que lleva el diablo.
Miré a Yubari.
-Gracias.
Sólo me sonrió.
Ahora podía dedicarme a cosas más importantes, a mi estrategia.
-Majestad...-murmuró Go-Go, mirándome con ojitos infantiles, como una niña que va a pedir algo.
-¿Eh?-la miré, un poco molesta por su interrupción, pero al mismo tiempo curiosa.
-Adonis...-se llevó la mano a la boca-hace más de dos semanas que no es visto en el palacio.
-¿Qué?-me levanté de un salto-¡Maldita sea!
Salí de la habitación a toda prisa, escuchando mis botas resonar sobre el suelo de mármol. Dos semanas...¡había acordado sólo una con él!
Me detuve al llegar al gran ascensor que se hallaba en una de las zonas más apartadas del palacio. Puse un pie en el ascensor, y vi a Yubari moverse para seguirme.
-No, Go-Go, espérame aquí.
Las puertas se cerraron una vez entré.
No quiero ir allí...Los últimos vestigios de mi humanidad se rebelaban contra esta decisión estúpida...pero si Adonis estaba en alguna parte, tenía que ser ahí.
Conforme el ascensor descendía más y mas en las profundidades, la luz se hizo más tenue. Recordé la historia de Adonis, para recordarme la necesidad de esto.
"El deseo de sus padres...Querían recuperar a su hijo, deseaban hacer de él un hombre de la Corte, un diplomático, o incluso un rival para el heredero al trono...Lucharon toda su vida por conseguir ese objetivo...sin éxito. Y ahora, en su muerte, yo soy la encargada de realizar sus deseos...por un buen precio.
Dejaron en mis manos la vida de mi primo ...y una cuantiosa cantidad de dinero, suficiente para pagar todas las deudas del palacio. Pero si fallo en mi empresa, Adonis muere o sucumbe a su locura...la Casa Corrino volverá a caer en la bancarrota."
Las puertas se abrieron, y me sumergí en la casi completa oscuridad. Algunas luces muy suaves, azules o verdosas daban un poco de luz al lugar, lo suficiente como para no caminar a tientas. El aire estaba viciado y olía a medicamentos.
"Por eso, es necesario que este hombre salga de su laboratorio y acuda a la vida de la Corte...cueste lo que cuesta, al menos deberá ser visto una vez a la semana..."
Sonaba tan fácil...pero no sólo Adonis no renunció a su laboratorio, instalando una completamente nuevo y aún más gigantesco aquí abajo, sino que cuanto más intento que salga, más se encierra entre sus experimentos. Ahora tengo que buscarlo en sus propios dominios...
Avancé lentamente por el pasillo del ascensor en línea recta, mirando en cada pasillo lateral con cuidado. A veces se escapaban algunas de sus..."creaciones". Llevé mi mano derecha a mi pistola, normalizando mi respiración todo lo posible.
-Prima Altair-abrí mucho los ojos, pero contuve toda exclamación de sorpresa. Adonis tenía su cabeza justo al lado de la mía, sobre mi hombro izquierdo-¿Has venido a visitarnos?
Me giré de golpe hasta quedarnos frente a frente.
-¿Podemos hablar?-gruñí.
-Claro-sonrió suavemente y me guió por un laberinto de pasillos, con su mano fija en mi hombro.
Juraría que elegía sus pasillos conforme a lo que deseaba que viese y lo que no. Todo lo que pude observar fueron sus tanques de gholas, con sus fantasmagóricas figuras distorsionadas por la luz. Finalmente, uno de los pasillos se abrió hasta dar lugar a una pequeña sala con una mesa y varias sillas. Adonis tomó asiento.
-¿Y bien?-preguntó.
Me pregunté en qué se notaba entre nosotros el parentesco, si es que en verdad lo había. Ambos pertenecíamos a la casa Corrino, pero en líneas tan distantes que para evitarnos confusiones, optamos por decirnos "primos", como solución más rápida.
-Incumpliste tu promesa-dije pacientemente, como si le hablase a un niño-.Me prometiste subir una vez a la...
-¿Cómo va tu ojo?-me interrumpió.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Mi ojo izquierdo no era otra cosa que una creación de Adonis. La alegría de poder ver, incluso mejor que antes, con dos ojos de nuevo no es equiparable, sin embargo, al miedo que siento a preguntarme que control puede ejercer mi primo sobre mí teniendo en su poder algo tan delicado y la vez vital como un ojo...
-Bien-contesté secamente.
-¿La visión es buena?
-Es mucho mejor que con el ojo humano.
Adonis me miró largamente...
-Siendo así...-dirigió sus manos hacia sus propios ojos.
-¡No!-me lancé hacia él, agarrándole de las muñecas-¡Detente!
Bajó las manos y le solté, sin embargo, preguntó:
-¿Y por qué no...?
Busqué una respuesta con rapidez.
-Solo tú podrías realizar una operación tan complicada; no es posible hacértela a ti mismo.
-Ya veo...-bajó entonces la mirada.
Cuando volvió a levantar la cabeza, había en su rostro una sonrisa cualquier cosa menos dulce o inocente. Mientras con su mano derecha agarró mi barbilla, con la izquierda sacó una aguja del bolsillo de su atuendo. Dirigió la jeringuilla hacia mi ojo humano...
El pánico se adueñó de mí.
-¡BASTA!-grité, alejando a mi primo de mí con todas mis fuerzas. La jeringuilla cayó al suelo, deshecha en mil pedazos. Un fuerte olor a anestésico inundó la sala.
Adonis ni siquiera se quejó. Miró los trozos de cristal esparcidos y comenzó a juguetear con un mechón de su cabello.
Me levanté de la silla. Ahora fui yo quien tomó a mi primo por la barbilla.
-¿No quieres venir a ver como cumplo la idea de la que te hablé?
Me miró completamente desinteresado.
-Si vienes...yo...-pensé con rapidez-vendré a visitarte aquí abajo más a menudo, veré tus creaciones...¿de acuerdo?
Parecí convencerle, puesto que se levantó y me acompañó hasta el ascensor. Mientras ascendíamos, musitó, con una sonrisa en los labios:
-¿Y podré usarte como sujeto de experimentos?
Alcé la cabeza y apreté los dientes, haciéndome la sorda por todas las veces que lo preguntó hasta que llegamos. Yubari esperaba, pacientemente.
Los tres nos dirigimos hacia la sala del trono. Me dejé caer en mi asiento. Adonis y Go-Go se apoyaron en la pared.
-¿Ya es la hora acordada?-pregunté a un sirviente. Asintió.
Toqueteé unos botones, y frente a nosotros se desplegó la imagen de la familia Atreides, un perfecto holograma que daba la sensación de estar frente a ellos, en la misma sala. Se encontraban sentados en una mesa el actual Duque, Leto Atreides. A su derecha, su hijo, Brian Atreides, y a su izquierda, una pálida mujer de cabellos largos que era demasiado jovnen para ser la madre del heredero.Su mirada penetrante me indicaba que era una Bene Gesserit. Al fondo observaban dos guardaespaldas, una mujer, y un hombre. El hombre llevaba un uniforme quizás un tanto más vistoso, con una capa.
-Majestad, os saludo-el Duque saludó inclinando la cabeza con educación.
-Duque Leto, familia del Duque-respondí al saludo.
-¿A qué se debe esta audiencia...?-el hombre parecía ligeramente preocupado.
Sonreí torvamente.
-Tengo buenas noticias para vos. Seréis enviado, con toda vuestra corte...a Dune, para supervisar la extracción de expecia. Espero que lo hagáis mejor que los Harkonnen, mucho mejor. Saldréis...-dejé unos instantes de silencio, sólo para aumentar su expectación-...ahora mismo.
El Duque palideció peligrosamente ante mi orden. El joven a su lado y el guardaespaldas de la capa hicieron el amago de acercarse al Duque para aconsejarle, pero la mirada de la bruja, que asintió gravemente, les hizo reconsiderar detenerse. La guardaespaldas del fondo, la única inmóvil, tenía los labios apretados en una fina línea.
-Tus palabras son...la ley-dijo el Duque, y asintió, cortando la conexión.
Adonis bostezó.
Ahora, el holograma que apareció era muy distinto. La habitación de los Atreides estaba adornada con colores suaves, azules y blancos. Esta sala estaba llena de rojos, dorados y plateados, y adornos metálicos. Al fondo, un ventanal mostraba el paisaje desértico de Dune.
-Eh-llamó mi atención una voz femenina.
La Baronesa Mavra, caracterizada por su falta de educación me miraba con desconfianza. A su lado se sentaba un hombre musculoso, y al fondo una mujer con un largo vestido marrón y un fular negro que contrastaban con el caluroso paisaje.
-Baronesa Mavra-saludé.
Ella entrecerró los ojos un poquito más, temiéndose algo.
-¿Y bien?
-Abandonaréis Dune ahora mismo. La extracción de especia ha bajado su ritmo demasiado. Espero que la Casa Atreides lo haga mejor que vosotros. Nunca debí confiaros algo tan importante para el Universo...
Mavra abrió los ojos. Vi como apretaba las mandíbulas, invadida por la furia. A pesar de que era una Bene Gesserit, estas palabras, cuidadosamente elegidas durante al menos un mes, dieron en el clavo.
-Los...¿Atreides?
La mujer a su lado levantó mucho las cejas. En el hombre parecí causar el mismo efecto que en Mavra, puesto que perdió su forma, apareciento ante mí...Ilysse Harkonnen, la bailarina rostro.
-¡No puedes!-gritó-¡La especia no ha disminuido tanto su número, sólo es que esos malditos Fremen y sus gusanos no dejan de romper nuestras cosechadoras...!
-¡La especia debe fluir!¡Eso es lo único que importa!-grité-.Si queréis, podeís enseñarles el castillo a los Atreides...-añadí con malicia, y corté la conexión.
Una vez acabadas las conversaciones, una extraña alegría se apoderó de mí. Dejé escapar una risa muy suave. Yo sabía que los Harkonnen no abandonarían jamás Dune.Sabía que los Atreides irían hasta allí porque obedecerían mis órdenes sin pensárselo...
Una vez destruidas las dos Casas...la Casa Corrino perdurará por siempre...como los amos absolutos del universo...
//Out//Toma introducción XD. Pero tenia que haceros salir a todos! Perdon a Arashi y a Sora por rolear tantisimo a su spersonajes, cambiare lo que les disguste ;_; pero no las encontre a tiempo para rolear. Igual con los demas, cambiare lo que no les agrade. Bueno, puede rolear el que quiera, ya que todos teneis algo que decir y...leeos las reglas! >.< //Out//
Kaori volvió al desierto a las 5:08 p. m.
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