La noticia llegó a mis oídos mientras redactaba el documento que entregaría a los Atreides esa misma tarde. Se trataba, por supuesto, del número de toneladas de especia mensuales que les exigía. Aunque disimulé las cifras de manera adecuada, la realidad era la misma: les pedía un poco menos del doble de lo que enviaban los Harkonnen. ¿Exagerado? Tal vez. Pero era cierto que la cantidad de especia había disminuído. Esto era una espada de doble filo; tanto subía su precio en el mercado, fortaleciéndo a los dueños de ésta, como podía llevarnos a una verdadera escasez.
Apretaré, pero no ahogaré. De eso ya se encargarán los Harkonnen.
La puerta se abrió de golpe y un mensajero se tiró a mis pies. Go-Go tensó todo su cuerpo por unos segundos, dispuesta a atacar al mas mínimo movimiento extraño del impetuoso hombre.
-¡¡El Duque Leto Atreides...ha fallecido esta misma noche!!
¿Ya?
-Ya veo...-murmuré, levantándome de mi asiento-¿Causa?
-Aparente...muerte natural, señora-dijo el sirviente.
Estos Harkonnen...me alegro de tenerlos lejos.
-Está bien-me encaminé fuera de la habitación, seguida por Yubari-.Redactaré el mensaje con el pésame y el reconocimiento al heredero, Brian Atreides. Se enviará junto con el documento de la especia.
-¿Los dos...juntos?-tartamudeó el sirviente.
Me giré y le miré con desprecio.
-¿Algún problema?
El hombrecillo agachó la cabeza y la sacudió. Bien.
Así pues, redacté una escueta carta...
"En nombre de la Casa Corrino, sentimos profundamente esta enorme pérdida que nos supone la ausencia del Duque Leto Atreides. Nuestras más sinceras condolencias. Esperamos y apoyamos incondicionalmente la coronación del heredero, Brian Atreides, del que estamos seguros que será tan buen gobernante como lo fue su difunto padre.
Atentamente,
Casa Corrino
Altair I "
...Que fue enviada junto con las exigencias de la especia.
-Oh...eso es cruel...-susurró una voz dulce, a la vez que fría a mi oído-.Una carta endulzada con palabras de ánimo y aprecio...y otra exigiendo el pago a los Corrino. Me...gusta.
Adonis susurraba , a unos pocos centímetros tras de mí. últimamente me visitaba muy a menudo; y aunque eso debería alegrarme, me inquietaba. En lugar de interesarse por la vida de la corte, salía de su laboratorio, me dedicaba unos minutos, a veces más, a veces menos, y volvía a retirarse. Extraño.
Por si fuera poco, Yubari parecía cada vez más incómoda cuando mi primo se acercaba tanto a mí. Lo comprendía.A veces yo misma me preguntaba si algún día me arrpentiría de haberle permitido mantener esa corta distancia.
Tomé un sorbo del café de especia que tenía a mi lado y me giré para encararme con Adonis. Lo miré fijamente a los ojos. Esperé unos segundos que se hicieron interminables, ya que mi primo tampoco parecía dispuesto a bajar la mirada. Fui yo, quien cerró los ojos, al final, y comencé a computar.
¿Qué es lo que pretendes conseguir, estando a mi alrededor tan a menudo?
Con un 84% de posibilidades, deduje que...
-No puedo permitirme darte dinero para tus experimentos, primo.
La sonrisa casi permanente de Adonis se ensanchó un poco, para mostrar una hilera de dientes blancos y perfectamente alineados.
-Pero si yo solo puedo pagarme cualquier máquina que desee, Altair.
Mi concentración se deshizo, y me levanté de golpe, furiosa.
-En serio, no es nada-me apaciguó mi familiar con una sonrisa tan dulce...como de poca confianza.
Me senté apretando las mandíbulas.
-Si quieres algo, pídelo. Ahora, déjame...-miré a Go-Go-déjanos solas.
Con un leve suspiro, Adonis se retiró de la habitación.
Me asaltó, al mismo tiempo, una sombra del pánico. Tenue, sí, débil, también. Pero era miedo.
Si he podido fallar con Adonis...¿fallaré también con los Atreides?¿Con los Harkonnen?
-Go-Go, necesito despejarme. Por favor, demos una vuelta por los jardines.
Kaori volvió al desierto a las 7:04 p. m.
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